domingo, 2 de marzo de 2014

Faro, el fin del mundo

Faro, la capital del Algarve portugués, puede parecer una ciudad cercana para cualquier español. Sin embargo, cuando se utiliza como referencia para un camboyano, resulta tan lejana que parece el fin del mundo. Al menos así les debió parecer a dos alumnos de la Escuela de Hostelería de PSE cuando hace unos meses les comunicaron la posibilidad de viajar a Portugal a hacer unas prácticas que facilitaba una socia de la ONG afincada allí.

Nada más conocer la noticia, se dirigieron a Carlota, Pablo y a mí para preguntarnos cosas sobre Faro. Les inquietaba el idioma, el clima, la comida, las costumbres. Nosotros les respondimos lo que pudimos. Era el mismo ejercicio que debimos hacer los tres la primera vez que viajamos a Camboya, pero al revés.

Mapa del mundo centrado en Asia, donde España y Portugal parecen estar "en el fin del mundo"

En los días previos al viaje, los estudiantes estaban nerviosos. Al fin y al cabo, iba a ser la primera vez que saldrían del país; también la primera en que viajarían en avión. Volaron a mediados de noviembre y, tras tres meses de prácticas, están de vuelta en Phnom Penh. Ayer, sábado, se reunieron con el resto de compañeros de la Escuela que volvían de realizar sus prácticas en empresa y les contaron su experiencia.

La presentación fue de lo más entrañable. Dos factores la hicieron especial. El primero, el más obvio, sentir su entusiasmo por aprender y por compartir su experiencia. El segundo, escuchar las cosas que más les habían sorprendido. Comenzaron por este punto. Tras una pequeña introducción en la que dieron a sus compañeros unos pequeños datos sobre Portugal, relataron lo que para ellos debió ser una auténtica odisea: el viaje en avión.

Utilizando una presentación de PowerPoint, contaron a sus compañeros todas y cada una de las escalas que habían tenido que hacer y las diferencias entre los distintos aeropuertos (pasaron por Kuala Lumpur y Amsterdam). Decían, sorprendidos, que en el aeropuerto de Phnom Penh sólo hay ocho puertas de embarque, pero que en Malasia y en Holanda había tantas que era fácil perderse. Preguntado, decían, conocieron a gente que les ayudó a solucionar sus dudas. "Es muy importante preguntar", no se cansaban de repetir.

Entre los datos o las costumbres que más les habían sorprendido de Portugal, se encontraban dos: el tráfico y la seguridad, y no la comida, como podría haber pensado. Del tráfico dijeron que Camboya tenía mucho que aprender. No había atascos, todo el mundo respetaba las señales e, incluso, detenían sus vehículos para dejarles pasar. Sobre la seguridad, dijeron que aunque una chica no debía pasear sola por la noche, en realidad no había mayores problemas porque no había gangsters.

Más tarde comenzaron a hablar de lo que habían hecho y lo que habían aprendido. De los problemas a los que se habían enfrentado y cómo los habían afrontado. Hablaban con una ilusión difícil de transmitir. Es la ilusión de querer aprender un oficio que te gusta de verdad; la de querer ser mejor para poder llevar una vida mejor. Contaron con todo lujo de detalles las diferentes áreas del hotel en las que habían trabajado. Aunque algunas no eran su especialidad, querían aprenderlas para conocer más. Hablaron con cariño de las personas que se ocuparon de ellos y, finalmente, animaron a sus compañeros a esforzarse para poder participar en oportunidades como la que ellos han vivido. Fue una presentación sencilla, sí, pero emocionante.

Muralla de Faro

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