lunes, 30 de diciembre de 2013

Pequeños placeres tras un año en Camboya

La mayoría son pequeños detalles, pero son justo esas cosas las que te faltan cuando estás lejos:
  • ¡Ver a tus padres!
  • ¡Volver a ver a tus amig@s*!
  • Conversaciones infinitas en las que te alegra compartir lo que has vivido y descubres todo lo que han hecho tus amigos y que a todos les va bien
  • Conducir tu coche
  • Tener frío y encender la chimenea
  • Un baño de agua caliente
  • La decoración de las calles de Madrid en Navidad
  • Mil millones de wasaps con felicitaciones navideñas y muchos "¿Estás aquí? ¿Cuándo nos vemos?"
  • Desayunos, aperitivos, comidas, cenas y sus largas sobremesas compartidas con amigos viejos y nuevos
  • La tortilla de patatas, el jamón, el queso, los boquerones en vinagre, los pimientos del piquillo y así sin parar... ¡es turrón de Suchard!
  • El primer gintonic - de verdad - en meses
  • Ir al cine
  • Viajar hacia "tu pueblo" por las carreteras de España y volver a ver los anchos paisajes de Castilla, los que te recuerdan de dónde eres y por qué eres como eres
  • Correr por El Retiro o por el monte de Cárcar
  • Pensar que 2013 ha merecido la pena y que falta poco para volver a Camboya...
*Apéndice:
  • Lamentar que no podré hacer todo lo que querría haber hecho estos días, pero saber que no falta mucho para poder hacerlo

sábado, 21 de diciembre de 2013

Cosas que he (des)aprendido en Camboya

En una sala de espera del Aeropuerto de Pekín, no sé en qué terminal, mientras espero con Pablo la conexión con un avión que nos llevará a Amsterdam y de allí a Madrid, reflexiono sobre las cosas que he aprendido este año en Camboya. No sé si son muchas o pocas, pero sé que son importantes. Algunas quizás ya las sabía, pero no sabía que las sabía. Otras son completamente nuevas.

No hablaré de lo obvio. No diré que "en nuestro mundo" estamos mucho mejor de lo que creemos. Eso no lo he aprendido en Asia. Los problemas son problemas en Madrid y en Phnom Penh. Ha sido exponerme a problemas concretos lo que me ha hecho aprender. Problemas, historias. Historias con nombres y apellidos. Historias de gente a la que he conocido. Historias que he escuchado, que he visto. Historias que he vivido. Vivirlas ha sido el verdadero aprendizaje. Ser plenamente consciente de ellas. Hacerlo de una manera que no cuenta una noticia o no se ve en un telediario.

Ha sido enfrentándose a esas historias como he conocido a muchas personas. Algunas de ellas, ya amigos. Gente de muchas nacionalidades diferentes provenientes de entornos más diferentes todavía. Gente con experiencias muy dispares pero con un punto en común: sus ganas de "hacer algo". Este año he conocido a muchos inconformistas, a muchos soñadores, sí, pero sobre todo a gente práctica. Gente práctica que desde aquí o desde allí aporta su granito de arena. Algunos su tiempo, otros su experiencia o sus consejos y otros su dinero. Algunos más, otros menos, lo que pueden, pero todos algo. He aprendido que hay mil maneras de ayudar, muchas más de las que imaginaba, y todas muy fáciles.

He aprendido que querer es poder. Sí, de verdad. Que nada es tan complicado como parece. Al fin y al cabo yo mismo he podido permitirme un año diferente. De igual manera que lo están haciendo Pablo o Carlota. Del mismo modo que lo hicieron Camille y Simon con sus seis meses viajando en tándem. Exactamente igual que Christian y Marie-France des Pallières cuando, hace más de treinta años, decidieron viajar en caravana con sus hijos desde Francia hasta la India. Igual que cuando ellos mismos llegaron a Camboya en 1993 y decidieron fundar PSE. Gracias a ellos, he aprendido que si querer es poder para viajar, para descubrir, para hacer algo distinto, también lo es para emprender o para cambiar de trabajo. Para cualquier cosa. Para hacer algo que te gusta y te hace feliz.

Todo es posible... Quizás ése sea el pensamiento que mejor resuma lo que he descubierto este año. Creo que todo es posible por lo que he aprendido, pero también por lo que he desaprendido (hoy mejor que nunca entiendo a un antiguo jefe). He desaprendido el miedo a plantear cosas nuevas. He perdido el miedo a hacerlas. He vuelto a aquél instante donde no hay ideas preconcebidas ni juicios de valor. He recuperado una suerte de inocencia. Supongo que se gastará, que la volveré a perder. Entonces leeré estas líneas y recordaré esta reflexión. Y volveré a desaprender; volveré a empezar.

Llega el momento de embarcar. Madrid está más cerca, pero la aventura camboyana no ha terminado. Hoy vuelvo a casa cansado pero contento. Orgulloso no por lo que he hecho, eso no lo tengo que juzgar yo, sino por lo que me he atrevido a hacer. ¡Y seguiré!

jueves, 19 de diciembre de 2013

El parón invernal de la Liga de PSE

En realidad nada en el título es verdad. En primer lugar, porque en Camboya no hay invierno. En segundo, porque la PSE Staff League (PSL) no para. Al contrario, se podría decir que es como la Liga Inglesa, con su boxing day incluido. Los partidos más interesantes son precisamente los que quedan por jugarse.

De cualquier forma, en el título sí hay algo de cierto. La Liga descansa para sus jugadores extranjeros. Pablo y yo nos perderemos los partidos de Navidad y no volveremos a jugar hasta 2014. Volvemos a casa como el turrón, como la lotería. Volvemos a casa con los deberes bien hechos, habiendo clasificado matemáticamente a Blue Lander para la siguiente ronda.

Para entender mejor cómo funciona la PSL, conviene explicar que se compone de dos fases: una liguilla a partido único entre los doce equipos de empleados y unas eliminatorias finales entre los ocho primeros clasificados. Como en toda liga, en la de PSE destacan los clásicos de siempre, hay equipos revelación, otros que suben como la espuma para luego deshincharse y eternos candidatos que se quedan en eso, eternos aspirantes. Habiéndose superado el ecuador de la competición, y con la clasificación en la mano, es momento de hacer balance:

Clasificación de la PSE Staff League (PSL) tras el avance de la octava jornada

Al ver esta tabla, los principales analistas de la PSL la resumen con los siguientes comentarios:
  • El equipo más sólido hasta el momento, a pesar de ocupar el segundo puesto, es el de la Escuela de Negocios, el BS Empire, que tan sólo ha sufrido una derrota tras seis victorias consecutivas.
  • Precisamente esta derrota vino infringida por Top Six, uno de los clásicos que, tras un inicio sorprendentemente flojo se está mostrando intratable desplegando un fútbol que le hará ocupar el lugar que se merece.
  • La gran incógnita por arriba consiste en descubrir si Mix Personnel, líder en solitario, será capaz de mantener el ritmo en las jornadas finales cuando le toque enfrentarse a unos grandes, Tsunamic-English y Reachsey, y a una pequeña sorpresa, Hospitality Striker, que por el momento están agazapados en el medio de la tabla, quizás haciendo cálculos sobre cuál será su mejor cruce en cuartos de final.
  • En la parte baja de la clasificación se encuentran los equipos previsibles, Red Eagle, Film Smile y FO United, que han mostrado todos un pobre rendimiento.
  • Flirteando con la eliminación y jugando con fuego se encuentran Elite FLIP y Social United, del que, como cada año, "se esperaba más".
  • Por último Blue Lander es, somos, el equipo revelación. Es verdad que no somos los primeros. Vamos terceros con un partido más, pero ya hemos jugado contra los equipos principales. El secreto de nuestro éxito hasta el momento es la garra e intensidad que nos infunde nuestro escudo, el de Osasuna, unido al juego más italiano. Hemos introducido el catenaccio en Camboya. Un estilo mezquino quizás, cicatero, tal vez, pero efectivo. Nuestra diferencia de goles es la mejor del campeonato y nuestra portería, la mía, la menos batida.
En enero todo quedará visto para sentencia y los emparejamientos de cuartos prometerán unos encuentros interesantes. Hasta entonces, ¡feliz Navidad! Y para mis compañeros camboyanos, ¡hasta pronto! Blue Lander, the WinnerBlue Lander Chinea!

domingo, 8 de diciembre de 2013

Boda de Vichhika y Mengsry. La fiesta con los niños

Tras dos días de boda, aún quedaba la mejor fiesta de todas. Era la que habíamos estado esperando desde el primer día: la fiesta con los niños. Al fin y al cabo, Vichhika y Mengsry son la madre y el padre para los casi quinientos niños que viven en PSE. Ellos fueron quienes más se alegraron cuando anunciaron su compromiso. Muchos de ellos ni siquiera sabían que salían juntos. Así son los noviazgos en Camboya.

Cuando la boda comenzó a planificarse sólo había una cosa clara: que los niños deberían participar. Vichhika y Mengsry querían hacerlos partícipes del momento y la mejor manera para hacerlo parecía organizar una fiesta en PSE. La idea era ofrecerles un menú especial más allá del sempiterno arroz, que pudiesen beber Coca-Cola y tomar un postre especial. Para ellos suponía un esfuerzo extra, ya que los gastos de esta comida correrían de su cargo. En todo caso, la idea se llevó a la práctica el domingo.

Aunque estaba previsto que la cena comenzase a partir de las cinco de la tarde, yo llegué a PSE alrededor de las tres. Me había comprometido a hacer una visita guiada a unos padrinos franceses. Al llegar antes de tiempo, pude disfrutar viendo la ilusión con la que los niños hinchaban globos para decorar el mismo espacio que el día antes había sido escenario del banquete. Los mayores coordinaban a los pequeños. Algunos no podían evitar jugar con los globos. Las chicas se maquillaban de blanco nuclear y se vestían con sus mejores galas, probablemente algunos vestidos donados. Para muchos de ellos sería, sin duda, la ocasión más feliz hasta el momento.

La tarde pasó rápido y la fiesta comenzó al caer la noche. La misma imagen de los novios con la que se recibió a los invitados el día anterior presidía el salón donde se celebraba "el banquete". Vichhika se había vuelto a vestir de novia por enésima vez. Las niñas querían hacerse una y mil fotos con ellas. Tantas, que tardamos mucho en empezar a cenar. El menú era un curry de pollo, Coca-Cola y postre. Los mayores llenaban los cuencos de curry y los llevaban a las mesas donde los niños, impacientes, sentían ansia por comer el plato especial. Tenían, a la vez, ganas de repetir y de acabar para que empezara el baile.

Después de una ronda de música a todo volumen, los niños, impulsados por las cuidadoras que trabajan con Vichhika y Mengsry, los rodearon para, en una canción lenta, verlos bailar. Tras unos momentos de silencio, breves, comenzaron a pedirles que se dieran un beso. Tras mucha insistencia sólo consiguieron que Vichhika cogiera el micrófono. Lo hizo para agradecerles que estuvieran con ellos y para explicarles cómo se habían conocido, cómo habían aprendido a respetarse y cómo habían esperado a casarse hasta que se lo habían podido permitir. Pretendía servirles de ejemplo. Y lo hizo. Los niños y los no tan niños, incluso los que no la entendíamos, la escuchábamos emocionados. Fue el mejor final que pudo tener la boda que se organizó en menos de un mes y que duró tres largos días; la boda de mis amigos Vichhika y Mengsry.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Boda de Vichhika y Mengsry. La ceremonia y el banquete

De rosa y oro, como manda la tradición (o la moda), se vistió Mengsry el sábado por la mañana para iniciar la primera ceremonia del día: el Hai Goan Gomloh o la Procesión del Novio. Apenas había amanecido en Ta Khmao cuando Mengsry emprendía camino a casa de Vichhika. Lo hacía escoltado por sus orgullosos y aún somnolientos padrinos, quienes, vestidos como él, lo protegíamos del sol naciente con unas sombrillas, y acompañado por un gran séquito compuesto por su familia y amigos.

La procesión, como el resto de ceremonias, recordó uno de los ancianos rituales de la boda del príncipe Preah Thong con la princesa Neang Neak. En este caso pretendía recrear el viaje del príncipe al encuentro de la princesa. El séquito del príncipe, como el de Mengsry, traía regalos para la familia de su prometida. Los regalos que aportaba Mengsry eran fruta y postres que se ofrecieron más tarde a la familia de Vichhika. El recorrido fue animado por músicos y cantantes que con sus coros anunciaban la llegada de Mengsry al vecindario.

Una vez en la puerta de la casa de Vichhika, sus padres, actuando en su representación, revisaron los bienes que aportaba Mengsry y aceptaron su ofrenda. El emisario de Mengsry, su tío, anunció la buena noticia al séquito, que terminó por ser invitado a entrar en la casa. Fue entonces cuando Mengsry vio por primera vez, oficialmente, a Vichhika.

Recepción de las ofrendas 

Reunidas las dos familias, se procedió a continuación al Rito de la Purificación, el Gaat Sah, que pretende “limpiar” a la pareja y prepararla para el matrimonio. Antes de ello, el primer cambio de vestuario: el rosa dejó paso al naranja, también para nosotros. Presidido por un monje que acompañaba a la pareja, el rito consistió en una representación casi teatral, a veces cómica, de escenas del matrimonio. La representación se realizó delante de los contrayentes que estaban flanqueados por sus respectivos padrinos. Tres hombres por parte del novio – Pablo, Monoron y yo – y tres mujeres por parte de la novia – tres chicas del internado de PSE.

Sin duda, los grandes protagonistas de la comedia fuimos Pablo y yo. El rito se representó delante de todos los asistentes y los comediantes que simulaban el teatro hicieron constante referencia a nosotros, hasta tal punto que nos invitaron a cantar enfrente de todos los invitados. Mi barba, por otra parte, era foco de risas y durante la comedia sabía que se referían a mí en cuanto pronunciaban la palabra pukmua, precisamente, barba.

Risas durante la ceremonia

Tras la representación de las escenas, el monje concluyó el rito invitando a los familiares y amigos a cortar el pelo y perfumar a los novios. Al cortar el pelo, o más bien simular que se hace, se suprime todo lo accesorio e inmaterial, así como la mala suerte. A través del perfume y el agua se purifica a los novios. Como padrinos, nuestra misión en el rito consistía en proveer de tijeras y perfume a los familiares y amigos que se ofrecían a participar en la ceremonia, así como sujetar el jarrón de agua que los invitados utilizaban para “bautizar” a los novios.

Al Rito de Purificación le siguieron unos rezos oficiados por el monje budista como último paso previo al matrimonio. Estos rezos se conocen como Bang Chhat Madaiy u Honoración de los Padres. El respeto a la familia es muy importante en muchas tradiciones. También en la budista. Durante los rezos del Chhat Madaiy, el monje recordó a Vichhika y Mengsry los esfuerzos de sus padres por criarlos y proveerles de una educación, algo que tendrán que hacer ellos mismos cuando tengan descendencia. Quizás el símbolo más interesante de la ceremonia fue la sombrilla con la que Vichhika debía proteger a su madre.

Una ceremonia se sucedía tras otra con pausas entre medias, entre ellas la que nos permitió desayunar. En cada descanso, la pregunta más común que nos hacíamos "los extranjeros" era: ¿Pero se han casado ya? Hasta le momento la respuesta seguía siendo "No". Pero faltaba poco. Apenas dos ceremonias: Bongvul Pbopul (Bendiciones familiares) y Sompeas Ptem (Ceremonia de los Nudos). Fueron las últimas de la mañana.

Para representar la primera, un grupo de parejas casadas debían hacer un círculo alrededor de los novios. Lo hicieron y a continuación encendieron tres velas que fueron pasando de mano en mano en el sentido de las agujas del reloj, hasta completar siete vueltas. El por qué de las siete lo desconozco, pero sin duda es un "número mágico". Mientras lo hacían daban sus bendiciones a la pareja. Sólo lo podían hacer ellos, parejas casadas, ya que se supone que sólo ellas pueden transmitir buena suerte o, al menos, la suerte que necesitan los novios de cara al matrimonio.

Espectadoras siguiendo los diferentes ritos

Por fin llegamos al último rito de la mañana, el de la Ceremonia de los Nudos. "Los extranjeros" creímos entonces, sólo creímos, que para entonces los novios ya estaban formalmente casados. Los invitados que quisieron, uno a uno, desfilaron delante de los novios, que los esperaban sentados. Se detenían frente a ellos y les anudaban un hilo rojo en la muñeca a modo de pulsera. Más tarde nos comentaron que los novios, ya marido y mujer, deberían llevar las pulseras durante tres días para mantener la buena suerte. A la vez, los amigos aprovechaban para sacar fotos con las decenas de móviles, tablets y cámaras de foto que tenían.

Ya casados y cansados de tanto rito, especialmente Mengsry, a quien se le vio algún bostezo que otro durante las interminables ceremonias, tocaba la hora de comer. Así sería el plan de lo que quedaba por hacer el resto del día: comida y cena. Al menos eso creíamos. La comida fue rápida, sí. Sin necesidad de desplazamientos, almorzamos en las mesas que había alrededor de casa de Vichhika. Más tarde, la cena no sería igual de rápida. Descubrimos y experimentamos que era el momento donde los padrinos teníamos más trabajo.

Desde primera hora de la tarde, un salón improvisado en las pistas cubiertas de baloncesto de PSE estaba preparado para acoger el banquete. Nunca se había visto una cosa igual. Los niños esperaban impacientes ver llegar a los invitados y las niñas se agolpaban en la puerta de la habitación donde Vichhika se cambiaba de vestido (tres veces durante la cena). Mientras, los padrinos, alineados en dos filas en la entrada del salón, recibíamos desde las cinco de la tarde, uno a uno, a los más de cuatrocientos invitados repartidos en cuarenta mesas de diez. Los tres hombres y las tres chicas los saludábamos: Chum rep sua! Pablo, el primero de la fila, les entregaba un llavero que cogía de un cuenco que yo sostenía. Las chicas hacían lo propio en su fila. La mayoría, por la novedad, querían coger el regalo de nuestro lado.

Padrinos, novios y damas de honor recibiendo a los invitados

Si duda, Pablo y yo fuimos las atracciones de la tarde. Conocíamos a casi todos los invitados. Quienes no eran trabajadores de PSE eran miembros de las respectivas familias con quienes habíamos coincidido durante la tarde anterior y la misma mañana. Nuestros compañeros de trabajo eran los más sorprendidos al vernos vestidos con los trajes tradicionales. Fueron incontables las veces en que nos repitieron saart, guapos. El piropo sólo competía con la expresión Khmer style good! Durante el desfile de invitados, también nosotros hicimos de modelo. Primero vestidos de plata, después con un traje blanco (pantalones y chaqueta) y, finalmente, con nuestro traje occidental. Nos íbamos alternando para cambiarnos y sólo cuando todos los invitados estaban sentados pudimos nosotros hacer lo propio, ya con el traje que habíamos traído.

Una vez dentro, el banquete no distaba mucho de uno occidental salvo por la música omnipresente desde el escenario durante toda la cena. Incluso los novios hicieron su entrada en el salón de manera muy parecida a como lo haríamos en nuestra tradición. Fue en ese momento cuando alguien cogió un micrófono y los animó a besarse. Presionados por el círculo de personas que los rodeaba, "apenas" consiguió que se arrancasen un tímido beso en las mejillas y la frente. "Apenas" aparece deliberadamente entrecomillas; "apenas" porque probablemente era el primer beso que se daban.

Así, entre celebraciones y primeras veces, con esos primeros besos inocentes, acabó una jornada que había empezado muchas horas antes, cerca de las cuatro de la mañana. Había que descansar porque aún quedaba una jornada más de celebración. Una que no estaba escrita en las tradiciones ni en los manuales. Una que hizo que la boda fuera más especial si cabe.

Novios entrando en el salón y padrinos junto con niños de PSE 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Boda de Vichhika y Mengsry. La víspera de la boda: las bendiciones de los monjes

Sin saber exactamente dónde íbamos y, desde luego, sin idea alguna de lo que teníamos que hacer, el viernes a las dos de la tarde, bajo un sol de justicia, nos embarcamos en una furgoneta llena de desconocidos hacia la vecina Ta Khmao. Allí, en una ciudad limítrofe con Phnom Penh, vivía Vichhika y allí, en su casa, se celebrarían la mayor parte de los ritos de su enlace con Mengsry.

"Pantalones oscuros, camisa blanca, unos zapatos y calcetines negros". Éstas eran las únicas indicaciones que, como padrinos por parte del novio, teníamos Pablo y yo. Desde primera hora de la mañana llevábamos un petate con todo y en el trayecto en furgoneta (más de media hora para cubrir poco más de diez kilómetros) pretendimos descubrir qué teníamos que hacer. Poco pudimos adivinar porque ninguno de los pasajeros hablaba inglés. Eran parientes de Mengsry; sus tíos, hermanos y primos.

Mi compañero de sitio durante el viaje fue un estudiante de la escuela de audiovisuales de PSE, con quien hablé sobre sus motivos para elegir la escuela de cine y sus expectativas de futuro. Quería ayudar al resurgir del cine camboyano, masacrado durante la época de los Khemeres Rojos. Pretende, al graduarse, crear su propia empresa de producción desde la que ofrecer diversos servicios, entre ellos el de reportajes de boda. A eso precisamente se disponía, ya que PSE ponía a los estudiantes de la escuela de audiovisuales a disposición de los novios.

Como por inercia, llegamos a casa de Vichhika. Con una mezcla de incredulidad y sorpresa nos dimos cuenta de que la mujer que nos saludaba, efectivamente, era ella. Ingentes cantidades de maquillaje blanqueaban su piel haciéndola prácticamente irreconocible. El peinado, tan distinto al que nos acostumbra, una sencilla coleta, no ayudaba a reconocerla. Y su vestido, el de la princesa naga, nada tenía que ver con su atuendo diario de andar por casa. Habíamos llegado con tiempo, nos dijo. No hacía falta que nos cambiásemos para vestir un atuendo camboyano; únicamente teníamos que ponernos nuestra ropa y esperar durante una hora aproximadamente a que llegasen los monjes y comenzasen sus cantos budistas.

Aprovechamos el tiempo de espera para conocer a su familia. Conocimos a sus padres, de los que es la viva imagen, y a sus abuelas, la mayor de noventa y siete años. Descubrimos también los rincones de su casa. Como muchas madres, la de Vichhika tiene una especie de altar con recuerdos de su hija. Desde fotos de pequeña o su título universitario a la entrega del diploma por el mismísimo Hun Sen. Fue divertido verlo.

Vichhika recibiéndonos en su casa y pequeño altar con sus fotografías

Mientras tanto, Mengsry se vestía. Estaba tranquilo. Durante este mes frenético para ellos, siempre lo ha estado. No había traído calcetines, así que le dejé los míos. Unos calcetines negros de Primark con los nombres de la semana en la planta. Ponía "Monday" y no "Friday". Aún nos sobró tiempo para refrescarnos antes de que empezase la ceremonia. Hacía calor, pero la sombra de un árbol en el jardín lo hacía más llevadero.

 Mengsry con sus calcetines improvisados y los dos tomando un refresco

De repente, llegaron los monjes. El naranja de sus atuendos contrastaba con el blanco y rojo de los novios, que en la espera se habían hecho la primera fotografía juntos. De manera un tanto aturrullada, comenzó la ceremonia en el salón de la casa, que estaba decorado para la ocasión. Unas alfombras rojas cubrían el suelo y un altar con incienso y otras ofrendas presidía la sala. En la pared del altar, una referencia a la fecha de la boda, 30-11-2013 (el día siguiente), y un texto en camboyano escrito en poliestireno, indescifrable para nosotros. El salón era pequeño y no cabía toda la familia que se había reunido. No pasaba nada. Más tarde nos daríamos cuenta de la libertad con que la familia y los amigos deciden incorporarse o salir de los ritos durante las bodas camboyanas.

En el salón quedamos únicamente los novios, los padres de Vichhika, los tíos de Mengsry, yo mismo y, obviamente los monjes. En una sala adyacente, las abuelas de Vichhika y otras tres o cuatro mujeres. Sin apenas mediar palabra, comenzaron a recitar unos cantos que se prolongaron durante una media hora. Mengsry nos confesaría más tarde que no se había enterado de nada, ya que los rezos se hacían en pali, una lengua proveniente del sánscrito. En la liturgia, eso sí, parecían bendecirlos o purificarlos con agua, un gesto extendido en otras tradiciones, entre ellas la nuestra. Tras finalizar sus oraciones, la familia les entregó un sobre con dinero como agradecimiento y los despidió.

Finalizaba así la primera ceremonia de la boda y comenzaba el primer banquete del fin de semana. Lo hacía en la calle de la casa de Vichhika. Tocaba comer fuerte para coger fuerzas para lo que se avecinaba el día siguiente. Debíamos despertarnos a las cuatro de la mañana.

Un momento de la ceremonia

martes, 3 de diciembre de 2013

Boda de Vichhika y Mengsry. Introducción

Este fin de semana he podido disfrutar de todos los ritos y ceremonias que acompañan a una boda khmer. Lo he hecho, además, en la boda de unos de mis mejores amigos camboyanos y desde un lugar privilegiado; el de padrino del novio.

La boda duró tres días. Tres días repartidos en diferentes escenarios donde he descubierto innumerables detalles y he entendido mejor las tradiciones de Camboya. Durante estos días, he aprendido que las distintas ceremonias en las que he participado pretenden recrear el origen mismo de Camboya. Los ritos representan el enlace del primer príncipe khmer, Preah Thong con Neang Neak, la princesa naga.

Así, según cuenta la tradición, el príncipe Preah Thong, un extranjero exiliado, se enamoró durante sus viajes de la princesa naga. Como regalo de boda, el padre de la princesa hundió una parte del océano dando lugar a la tierra que hoy ocupa Camboya.

Mengsry y Vichhika, como los mismísimos Preah Thong y Neang Neak han revivido la leyenda día a día y paso por paso. Lo han hecho acompañados de su familia, de sus amigos y de toda la gente a la que estiman. También de sus vecinos y de sus compañeros de trabajo, que son también los míos. Yo he tenido la suerte de acompañarlos junto a mis mejores amigos aquí, Pablo y Carlota. Juntos hemos aprendido mucho y disfrutado más. Sin duda, ha sido una experiencia que nunca olvidaremos.

Vichhika y Mengsry en la primera jornada de su boda