miércoles, 31 de julio de 2013

Se acerca el Camp 2013

En esta última semana parece que ha pasado un tornado por PSE. A la intensidad de los últimos exámenes del curso se le ha unido la energía de los voluntarios para los Campamentos de Verano que organiza "Por la Sonrisa de un Niño". Este año se celebra su decimoprimera edición. ¡Once años nada menos! Once años en los que se ha garantizado que miles de niños sigan disfrutando de un entorno seguro y feliz durante sus vacaciones de verano. Un entorno en el que pueden seguir recibiendo la educación que reciben durante el año. Un entorno en el que pueden seguir comiendo y seguir jugando. Un entorno, en definitiva, en el que puedan seguir siendo niños.

Los Campamentos de Verano son un auténtico acontecimiento en PSE. Desde que llegué en el mes de febrero no ha habido día en que los niños no me preguntaran si voy a estar en el bachambromg. Me costó saber que se referían, en khmer, a los campamentos. En mi caso, la expectación era distinta. Para mí suponen la oportunidad de conocer la principal actividad que organiza "Por la Sonrisa de un Niño" y, por encima de todo, reencontrarme con la gente que me abrió las puertas de Camboya. Ya están casi todos aquí y me gusta verlos trabajar. Me gusta verlos en acción. Me siguen contagiando la misma ilusión que me animó a venir aquí. Esa misma ilusión que transmite Marisa en su carta abierta a todos los voluntarios:

"La carta de Marisa" 
El tiempo pasa volando y algunos de nosotros llevamos ya una semana en Camboya. Tantas cosas por hacer y por organizar, que no nos damos cuenta que los primeros monitores llegan ya mañana. El grupo de coordinadores está trabajando muchísimo, contactando con los equipos sociales, terminando las “memorias de funcionamiento” de cada camp, encargando material, entrevistando monitores kmers, y aprendiendo a utilizar el excel de las cuentas. Todo el mundo está movilizado, concentrado y contento de estar en PSE otro nuevo verano. Hay un gran ambiente de trabajo.
Como todos los años, encontramos muchas cosas cambiadas y terminadas:
  • Se ha terminado el internado para los niños
,
  • también están terminados los cuartos del nuevo hotel de prácticas
,
  • muchas aulas han cambiado de sitio
 y
  • se ha habilitado una nueva zona para los niños discapacitados, que ha emocionado a Joaquín y a María. ¡Los niños están felices!
Camboya nos prepara siempre sorpresas y sustos. También ha habido cambios de último minuto:

  • Se organizarán dos paillottes nuevas: Oudong y Trampag Chean,

  • separaremos el Camp Central en “mayores” y "pequeños" y
  • acogeremos a más niños en Sihanoukville y Siem Reap
El Welcome Committee, formado por antiguos monitores, ha llegado lleno de fuerza, de ideas y de motivación. Están organizando las recogidas en el aeropuerto, intentando esquivar todas las manifestaciones organizadas en Phnom Penh por las elecciones del domingo 28 de julio. La ciudad está toda patas arriba, llena de motos, de partidarios de Hun Sen y de la oposición. Parece que la oposición ganará en la capital, pero Hun Sen ganará en las zonas rurales. 
Camboya es un país precioso. PSE es un proyecto lleno de sonrisas. Este verano acogeremos a más de 8400 niños. Cuando empezamos el programa en 2003, veníamos para “ocupar” a los chicos. En 2013, venimos para protegerlos de los peligros. Un verano en las calles sin hacer nada les expone a la droga, el robo y la prostitución. Daremos lo mejor de nosotros mismos para impedirlo. Estamos muy contentos de estar aquí.
Declaro lanzado el Camp PSE 2013. 
¡Mucha suerte a todos! 
Marisa

martes, 30 de julio de 2013

Hacia el cambio. Los ¿resultados? de las elecciones

"La jornada electoral se desarrolló sin incidentes". Así comienzan las crónicas de cualquiera de las elecciones que he vivido hasta la fecha. "Normalidad democrática" es otra de las expresiones más frecuentemente utilizadas. A lo sumo se habla de "incidentes aislados" o "retrasos en la constitución de las mesas por la ausencia de los vocales". Este domingo en Camboya no fue exactamente así. Muy cerca de donde trabajo, en un lugar por el que paso todos los días, sucedió esto:

Vídeo: Quema de coches de la policía en Stung Meanchey

La jornada electoral en Camboya estuvo llena de incidentes. El que más repercusión tuvo fue el del vídeo. El desencadenante se produjo cuando un monje budista de la pagoda del barrio de Stung Meanchey no encontraba su nombre en las listas para votar. Al hacer su reclamación se vio rodeado y acosado por la policía, quien llegó a agredirle. Ante los hechos, la muchedumbre que se congregaba para votar se revolvió contra los agentes y comenzaron los altercados que acabaron con la quema de dos vehículos oficiales.

Desgraciadamente, no fueron los únicos incidentes. Mientras los colegios estaban abiertos, los pocos medios independientes, principalmente prensa escrita y por Internet, denunciaban numerosas sospechas de fraude. Desde los numerosos fallos en el registro electoral (duplicidades y ausencias de la lista), de los que "sorprendentemente" sólo se quejaban posibles votantes de la oposición a la dudosa calidad de la tinta que se utilizaba como prueba de voto. Aparentemente era fácil de borrar, por lo que era posible votar dos veces o más. La lista sigue con votantes extranjeros no residentes registrados y votando (principalmente vietnamitas), gente que acudía a votar y cuando aparentemente alguien ya había votado en su nombre, pagos a cambio de votar al gobernante CPP, presiones de los dirigentes locales, presencia inusitada del Ejército en enclaves estratégicos, etc.

A día de hoy, el principal partido de la oposición, el CNRP, no ha aceptado los resultados. Exige al Gobierno un recuento y urge a la comunidad internacional a investigar todos los incidentes denunciados.

Los primeros resultados oficiosos, porque todavía no hay oficiales, hablan de la esperada victoria del CPP, sí, pero con un margen mucho menor que en las anteriores elecciones. 68 escaños frente a 55 (ver gráfico). Por otra parte, los números del CNRP son distintos. Reclaman haber ganado las elecciones 63-60.

Por el momento el país está aparentemente en calma. Apenas se reportan algunas calles y carreteras cortadas. Faltarán todavía muchos días, meses quizás, para ver cómo se resuelve la situación. En todo caso, lo que queda claro es que la oposición en Camboya ha iniciado un proceso que parece imparable. Habiendo ganado indiscutiblemente en los grandes núcleos de población, Phnom Penh incluida, parece que la modernización y el cambio están en camino. 

Artículos relacionados:

sábado, 27 de julio de 2013

Elecciones Generales

"Democracy is constructed, just like these elephant carvings from Ancient Cambodia"
The Khmer Institute of Democracy

Este fin de semana hay elecciones en Camboya. Nada cambiará. Su sistema político actual se asienta en la Constitución de 1993, que define a Camboya como una monarquía representativa y parlamentaria. Sobre el papel, una democracia. En la práctica, quizás lo más suave que se pueda decir es que es una oligarquía presidida por Hun Sen.

Hun Sen es el Primer Ministro de Camboya desde 1998. Lo fue también en el periodo 1985-1993. Antes incluso había formado parte de los khmeres rojos que lanzaron la ofensiva sobre Phnom Penh en 1975 y que, tras su llegada al poder, practicaron un auténtico genocidio. Más tarde huyó a Vietnam, país al que pidió ayuda para liberar Camboya en 1979. Con una biografía tan sibilina, su autoridad para liderar las investigaciones sobre el genocidio es más que discutible. ¿Cómo puede un grupo de personas que son juez y parte liderar el proceso por la muerte de más de millón y medio de compatriotas?

No ausente de numerosas acusaciones de corrupción a lo largo de los años, Hun Sen ostenta en la actualidad el curioso récord de ser el Primer Ministro del mundo con más tiempo en el cargo. Y lo seguirá ampliando. Su partido, el Cambodian People's Party (CPP), de corte socialista supuestamente reformista, volverá a ganar las elecciones con toda seguridad. Esa es la sensación en Camboya. Es la sensación que me transmite la gente que me rodea. Y en el caso de que no lo hiciera, el CPP siempre se encargaría de que el resultado le acabase siendo favorable.

La última frase es inquietante. Quizás lo sea más el hecho de pensar que los camboyanos dan ciertas cosas se dan por asumidas, inamovibles. Durante estas semanas he vivido en Phnom Penh las manifestaciones y mítines de los adeptos al régimen. Son distintas a las que había conocido hasta ahora. Comitivas de motos lideradas por un camión con pantallas de televisión y altavoces recorren la ciudad desde hace un mes. La ciudad se ha poblado de carpas con karaokes que entre canción y canción hacen propaganda del CPP. Allí donde no pueden entrar los camiones, grupos de veinte o treinta personas recorren las calles pegando carteles de Hun Sen en cada casa. Da igual si te gusta o no.

El CPP de Hun Sen concentra todo el poder hasta el punto de haber fagocitado al monárquico FUNCINPEC, su tradicional aliado político, y reducido a la oposición a la mínima expresión. Cuenta también con todo el aparato del Estado y es el partido más grande. Esta es la forma más políticamente correcta de decirlo. En realidad lo único que es cierto es que es el partido más grande. Las otras dos afirmaciones deberían ser: abusa del aparato del Estado para utilizarlo a su favor y oprime a los partidos de la oposición para neutralizarla.

El Gobierno controla las Fuerzas Armadas y, en la práctica, todas las Fuerzas de Seguridad locales. Además, la gran mayoría de sus máximos dirigentes son miembros del partido y hacen campaña abiertamente a su favor. El Gobierno también controla la oficina de registro de votantes, resultando este año en un incremento "artificial" del número de electores registrados (más de 145.000 en todo el país). Sólo en Phnom Penh figuran más de 25.000 votantes con el mismo nombre, apellido y fecha de nacimiento. Es más que extraño. Por otra parte, los rumores de compra de votos en ciertas provincias son también vox populi. Son pequeños ejemplos de la más que discutible separación de poderes en Camboya.

Por supuesto, dentro de toda esta vorágine de comportamientos discutibles aunque no tan discutidos internamente, también ha habido ciertos actos "de cara a la galería". Entre ellos, la absolución del exiliado opositor Sam Rainsy de sus "delitos" de "difamación e incitación a la violencia racial" juzgados in absentia y por los que había sido condenado a diez años de prisión. Es un perdón trucado. Volvió, sí, pero aunque puede hacer campaña, no podrá optar a cargo público alguno. Volvió, sí, fue recibido por miles de personas en el Aeropuerto Internacional de Phnom Penh, pero la noticia no se pudo ver en ningún medio de comunicación público. El control de los medios es otro de los poderes "absolutistas" de Hun Sen.

A pesar del poco eco mediático de la campaña de la coalición que integra la oposición camboyana, el Cambodian National Rescue Party (CNRP)*, el partido de Rainsy, debería mejorar sus resultados. La sensación de la única manifestación del CNRP que he presenciado en Phnom Penh es de un "optimismo a pesar de todo", de alegría y ganas de romper definitivamente con el pasado. De sacar al país adelante.

Salvando las distancias Asia-Iberoamérica, la corta campaña de Rainsy me recuerda a la de Henrique Capriles en Venezuela. Capriles, en una campaña desarrollada pueblo por pueblo y casa por casa, ninguneada por los medios oficialistas, se quedó más cerca que nunca de los chavistas. Quizás incluso ganó. Ojalá el lunes pueda escribir para contar que algo ha cambiado en Camboya. Casi con toda seguridad no lo haré, porque todo seguirá igual. ¿O no? La gente que me rodea tiene la esperanza de que este país avance. Quieren construir una verdadera democracia. Porque la democracia se construye, de una manera lenta quizás, tal como los antiguos khmeres esculpían inmensos elefantes en los templos de Angkor. Un pequeño paso el domingo será un gran paso.

Candidatos: izquierda Hun Sen, derecha Sam Rainsy


Imágenes de la campaña

Páginas de interés:
*El Cambodian National Rescue Party (CNRP) es un partido de corte liberal demócrata integrado por el Sam Rainsy Party y el Human Rights Party.

sábado, 20 de julio de 2013

Tuol Sleng. La prisión S-21

"A genocide begins with the killing of one man, not for what he has done, but because of who he is"
Kofi Annan - Nobel Peace Prize Lecture 2001

Hace menos de cuarenta años en Camboya hubo un genocidio y esos hombres y mujeres a quienes se mataba por lo que eran y no por lo que hacían eran abogados, médicos y profesores. Eran gente culta, preparada, formada. Gente con opinión propia. Gente a quien no se podía engañar. Gente que sabía quiénes eran y qué pretendían los khmeres rojos.

Los khmeres rojos llegaron al poder en el año 1975 tras el derrocamiento del General Lon Nol, quien dirigía una dictadura militar desde el año 1970. Comandados por Pol Pot, trajeron la "Camboya Democrática", un régimen totalitario de inspiración maoísta que preconizaba un sistema económico esencialmente agrario. En su afán por "regenerar la sociedad" empezaron su "Año Cero". Destruyeron todo atisbo de civilización y cultura urbanas, forzaron la emigración al campo de buena parte de la población y la sometieron a un régimen de trabajos forzados.

En su modelo de regeneración estaban contemplados los métodos de exterminio del "enemigo interno", entendido como todo aquel que no apoyara al régimen. Eliminar a familiares, amigos y vecinos que no creyeran en la causa era una obligación. Había que partir de cero. Había que volver a los orígenes. Había que olvidar todo lo aprendido. Así, las escuelas dejaron de enseñar y se convirtieron en cárceles, en centros de detención. El más famoso fue Tuol Sleng, la prisión S-21* diseñada y dirigida sin piedad y con mano de hierro por el implacable Duch.

Junto con los killing fields, la prisión S-21 es el lugar más significativo para el recuerdo del genocidio de los khmeres rojos. Durante los meses que llevo viviendo en Phnom Penh había estado evitando la visita a la cárcel, pero sabía que en algún momento la tenía que hacer. Todo lo que había leído y todo lo que me habían contado se redujo a una simple anécdota ante los paseos por las celdas, la contemplación de los instrumentos de tortura o la revisión, una a una, de las fotos de cientos de víctimas.

Cuartos de interrogatorio con sus instrumentos de tortura. Salas de detención masiva en las antiguas clases del colegio. Celdas de menos de tres metros cuadrados para los prisioneros especiales. Grilletes, pinchos, alambres de espino. Cubos que se llenaban de aguas fecales para sumergir a los interrogados. Mesas donde se aplicaban descargas eléctricas para conseguir confesiones. Fotos y más fotos de los torturados y sus torturadores. A cada paso un detalle nuevo. Y con cada detalle un nuevo motivo de espanto.

Abogados, médicos y profesores fueron las primeras víctimas del centro acusadas de ser espías colaboracionistas con gobiernos extranjeros. Más tarde, la locura totalitaria de Pol Pot hizo extensivo el genocidio a cualquiera que pusiera en duda al régimen. Con pruebas o sin ellas. Al final, se exterminaba simplemente a quien "sobraba". A quien no se podía alimentar, a quien no podía trabajar o simplemente a quien por llevar gafas demostraba que sabía leer. En total, más de un millón y medio de personas murieron durante el régimen. Un millón y medio de una población que apenas superaba los ocho. En la prisión S-21 sólo sobrevivieron siete de sus miles de prisioneros. Hoy, uno de ellos pasa el día en el patio de la cárcel contando su experiencia a los turistas e intentando vender su libro.

Todo esto sucedió hace treinta y siente años. Hace sólo treinta y siete años esas celdas estaban pobladas por los "enemigos de Camboya". Yo nací sólo seis años después. ¿Cómo podía existir algo así hace tan poco tiempo? ¿Cómo pudo estar tanta gente tan loca?

En mi visita a la S-21 conocí muchas cosas nuevas - quizás muchas que preferiría no hacer sabido nunca - pero encontré pocas explicaciones. Tal vez haya ciertas cosas que me sorprendían de Camboya que han dejado de hacerlo tras la visita. La actitud de muchos camboyanos, su falta de empatía, su falta de iniciativa. Su incapacidad de pensar en nadie más que ellos mismos y las personas de su entorno más inmediato. Su manera de vivir "al día", sin pensar en el mañana. Porque al fin y al cabo, ¿quién sabe si mañana volverá a pasar lo que sucedió hace tan poco tiempo? Incluso su lenguaje. Un lenguaje en el que no existen pasado ni futuro. Cuando en el subconsciente colectivo está viva una experiencia tan traumática, ciertas cosas se entienden. Y ante ellas, para ayudar a superarlas, sólo caben tres cosas: memoria, dignidad y justicia.


Páginas de interés:
*S-21: "S" de Santebal (seguridad especial en khmer) y 21, correspondiente al distrito de Phnom Penh donde se ubicaba.

martes, 16 de julio de 2013

Singapur y Malasia

La semana pasada inicié mi primer viaje por otros países del Sudeste Asiático desde que estoy en Camboya. Junto con mi amigo Carlos, estuve en Singapur y Malasia, de los pocos países de la zona que él todavía no había visitado. Tan cerca y tan lejos. Tan cerca de Camboya y tan diferentes a la vez. Volver hoy a Phnom Penh después de visitar Singapur y Kuala Lumpur me ha impactado más que el día que llegué desde Madrid.

En febrero, cuando pisé Camboya por primera vez, estaba preparado para todo. El choque entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa, entre la pobreza y el estado del bienestar. Con las lógicas sorpresas, encontré lo que esperaba. Sin embargo, el choque tras conocer Singapur y Malasia ha sido mayor que el que viví tras al aterrizar de Madrid. A tan sólo una hora y media de Phnom Penh, compartiendo muchas tradiciones y cultura, se encuentra un mundo totalmente diferente. Singapur y Malasia están a años luz de Camboya. Mejor dicho, Camboya está a años luz de ellos.

 Izquierda: Marina Bay Sands, Singapur. Derecha: Petronas Towers, Kuala Lumpur

Lo que se ve en las calles de estos dos tigres asiáticos es organización, limpieza, desarrollo. Orden frente al caos. Respeto a las normas frente al "sálvese quien pueda". Dentro de la reserva de los asiáticos, sentido de comunidad frente a un individualismo donde no existe "el otro". Todo ello en Singapur elevado a la máxima potencia. Transporte público, sensación de seguridad. Espacios públicos, parques, jardines, teatros. Por lo que he leído, también una educación y servicios sanitarios públicos y de calidad.

La vuelta a Phnom Penh, la antítesis de todo lo anterior, me ha hecho plantearme más preguntas o planteármelas con más fuerza. ¿Por qué hay tantas diferencias entre países? ¿Por qué hay tantas desigualdades? ¿Por qué unos avanzan y otros no? No tengo respuestas, pero sí datos que pueden apoyar que un mayor grado de libertad y menor intervencionismo, pueden ayudar:

Índice de Libertad Económica 2012. The Heritage Foundation

Podría ser razonable pensar que a mayor libertad económica, mayor desarrollo. El estudio de The Heritage Foundation sobre Libertad Económica así lo concluye. Añade además que el índice de pobreza de los países mayor o moderadamente libres es de un 8%, mientras que en las economías mayormente controladas o reprimidas, es del 24%. El Producto Nacional Bruto per capita varía enormemente en función de la libertad del país. De 2.400 dólares en Camboya a 60.900 en Singapur, pasando por los 16.900 de Malasia y lo 30.400 de España. A mayor libertad, pues, mayor desarrollo. Pero no sólo será eso. La respuesta no sólo será la economía. Serán muchas más libertades además de la económica. Estoy seguro de que a lo largo del año seguiré viajando y teniendo la oportunidad de vivir, conocer y comparar más países. Quizás al hacerlo encuentre más respuestas.

Páginas de interés:

sábado, 6 de julio de 2013

Final feliz

En las películas, los finales suelen ser felices. Es una ilusión de realidad. Los buenos ganan a los malos. El chico acaba con la chica. Aparece el tesoro. Se libera al secuestrado. Al fin y al cabo, si las películas acaban bien, ¿por qué no va pasar así en la "vida real"?

Afortunadamente, la historia que empezaba a contar el jueves es de esas que tiene un final de película, un final feliz. Después de interminables discusiones con la familia, finalmente han accedido a devolver a la niña a PSE. Quizás no todas las motivaciones que han justificado la decisión de la familia sean las más correctas. Garantizar a la niña el acceso a una vida digna y correr con los gastos de su educación no ha sido suficiente. Han pesado otros factores; las amenazas. Amenazas de denunciar y perseguir al padrastro por sus trapicheos. De continuar impidiendo su salida del país. Amenazas, ambas, que han funcionado.

Ya es sábado y la niña está de vuelta en PSE. Llegó el viernes por la noche. Pero, a diferencia de las películas, las historias de la vida real no se acaban con un cartel de "The End". La madre accedió a devolver a la niña a cambio de que se garantizase su educación en su provincia natal. Ahora toca negociar con el padre natural de la niña, la abuela y el tío, como jefe de la estructura familiar, para conseguir que la niña se quede en PSE de manera definitiva. Lo más peligroso ha pasado, pero hay que seguir luchando y en guardia. Afortunadamente los héroes anónimos sí que son como los de las películas. Siempre luchan y siempre están en guardia. Y en PSE hay muchos héroes.


jueves, 4 de julio de 2013

Ahora mismo, en la frontera con Tailandia

Podría ser el guión de una película, pero no lo es. Lo podría ser porque hay emociones, acción e intriga. Pero las personas que participan de ella no son actores ni actrices. Son gente que conozco.

A principios de la semana, una pensionnaire de PSE se escapaba del colegio. Se escapaba para irse con su madre, que acababa de dar a luz. En un primer momento, el Departamento Social trató de dar con ella y convencerla para que volviera. Parecía que todo iba bien, pero la niña se volvió a fugar. Quizás engañados ante la oportunidad de buscar un futuro mejor o simplemente para poder malvivir en otro sitio, se sospechaba que la familia quería cruzar la frontera con Tailandia y no volver. Cruzar la frontera significa muchas cosas. Convertirse en un inmigrante ilegal, la primera. Por supuesto, perder el acceso a una educación y a unas condiciones de vida dignas. Y quién sabe, quizás tener que ganarse la vida recurriendo a la prostitución.

Miércoles. Tras varias reuniones de urgencia, PSE decidió enviar a uno de los responsables del internado a intentar encontrar a la familia en la frontera. La red de contactos que ha desarrollado PSE en los últimos años es increíble. Desde las instituciones oficiales hasta traficantes. Desde lo legal a lo ilegal. Gracias a esa red, quizás haya una oportunidad de encontrar a la familia.

Jueves por la mañana. Tras repartir fotos de la niña entre los contactos habituales se ha logrado identificar dónde está la familia. Los fugados son la niña, su madre, su nueva pareja y el nuevo hijo de ambos, de apenas una semana. La madre tiene el virus del SIDA. Se lo habrá transmitido a su bebé durante la gestación. Probablemente sin saberlo, el padre también esté infectado. Él es un mafioso que se dedica a trapichear con lo que puede. A la niña de PSE le llama la sangre. Quiere cuidar a su nuevo hermano mientras su madre trabaja. Están en una guest house cerca de la frontera. La casa es un punto de encuentro habitualmente utilizado por traficantes.

Jueves mediodía. La única oportunidad de retener a la niña es sorprendiendo a la familia en plena comisión de un acto delictivo. Lo van a hacer. Van a intentar cruzar la frontera sin papeles. El enviado de PSE se ha hecho pasar por traficante y ha podido hablar por teléfono con la madre. El engaño ha servido para confirmar su intención. Tocaba entonces, no sin algún que otro soborno de por medio, movilizar a los traficantes que iban a ayudar a la familia y al ejército en la frontera. Con ambos de su lado y con un coche dispuesto a seguir a la familia en cuanto salieran de la casa, todo estaba preparado para la persecución.

En el momento en que escribo esto, la familia ha sido detenida por el ejército al intentar entrar en Tailandia. La ley marca un máximo de veinticuatro horas de retención. Queda poco tiempo para ver qué sucederá con la niña, su hermano y sus padres. El padrastro se ha mostrado muy violento. La niña rechaza volver a PSE. Insiste en que quiere cuidar a su hermano. A las cinco de la tarde llegan dos nuevos miembros del equipo de la organización. Un psicólogo y la responsable del internado de chicas. Juntos pretenderán convencer a la niña y a su familia de la necesidad de volver al centro. PSE está dispuesta a todo. A acoger también al bebé. A pagar por hacerlo si es necesario.

No es una película. Está pasando ahora mismo.


martes, 2 de julio de 2013

Mi (primera) gran boda khmer

Como un viajero del tiempo que se encuentra frente a gente desconocida en una época distinta y en una situación insospechada. Así me podría haber sentido en mi primera gran boda khmer. Afortunadamente, fue más bien al contrario. Al final, una boda es una boda y en todas hay lo mismo: comida, bebida, música y baile. Es cierto que la comida, la bebida, la música y el baile son distintos. Sin embargo, las ganas de pasarlo bien, esas son las mismas en todos los sitios.

Con tan sólo un par de semanas de antelación recibimos la invitación de boda de Sitha y Sophorn, dos compañeros del Servicio Social de PSE. Apenas nos conocemos, pero la aceptamos con gusto. Aparte de mis visitas a su departamento, yo había coincidido con ellos en un par de cenas de PSE. Pablo, por su parte, tiene una relación más fluida con ellos ya que les da clases de inglés cada semana. El caso es que, efectivamente, recibimos la invitación. Se podrían dedicar varias entradas de un blog a describir cómo son las invitaciones de boda camboyanas. Yo voy a intentar resumirlo con un solo adjetivo, barrocas, y con la siguiente imagen:


Aparentemente, en las bodas camboyanas únicamente la familia y amigos más directos acuden a la ceremonia religiosa. El resto de invitados van directamente al convite. Ese fue nuestro caso. Las bodas se celebran en unas pequeñas carpas que se montan en la calle donde vive alguno de los familiares de los novios. En ocasiones puede resultar caótico. Cuando las calles son pequeñas el trafico se corta durante más de dos días, el del montaje y el del banquete. En este caso, la boda era un jueves a las seis de la tarde no muy lejos de PSE. Un jueves de la estación de lluvias. Por tanto, un jueves lluvioso. Supongo que el hecho de que llueva o no, también es una preocupación universal en todas las bodas. Llovió, sí, pero eso no impidió celebrar como es debido.

Salimos de trabajar y nos cambiamos. Tampoco fue un cambio muy radical. Básicamente nos arreglamos un poco; pantalón, camisa y zapatos. Tampoco sirvió de mucho. La lluvia en el corto trayecto en moto nos dejó como estábamos al principio. En todo caso, nuestro aspecto europeo nos delataba y desde nuestra entrada misma en la carpa, todo el mundo quería brindar con nosotros. Como es tradición, los familiares de los novios nos recibieron en dos hileras, agradeciéndonos, a nosotros y a todos los invitados, nuestra presencia en el convite. Camboyanas vestidas con trajes de (quizás) seda y muchos brillantes nos acomodaron en una mesa junto con otros compañeros de PSE. En cuanto una mesa se completaba, sin tener en cuenta cuántos invitados quedaban por llegar, los camareros comenzaban a servir. Y no paraban de traer cosas. Las bodas camboyanas son como bodas gallegas. No hay más que ver el menú:


Lo que aparece en el menú - traduzco de memoria, no porque sepa leerlo - consiste básicamente en frituras variadas, gambas, pato, pollo, pescado, sopa de langosta, arroz frito y postres. Como en cualquier otra boda, curioso, no faltan las gambas. En este caso debían ser de río, si es que eso existe. Estaban ricas, pero no son como las de Huelva. El menú era como para quedarse con hambre. Con la orquesta tocando desde el minuto uno, era muy difícil hablar. Por eso nos centrábamos en comer. Tanto que parecía una competición. Sí, parecía que no lo habíamos comido en siglos. Todo estaba rico, incluso lo que no sabíamos qué era.

Después de la comida, cena más bien, mientras el resto de mesas acababan, tocaba hacer ronda para saludar a los invitados sentados a lo largo de la carpa. En cada mesa visitada, un brindis. Cerveza con hielo. Quizás no sea lo más glamuroso, pero sí lo más efectivo. Para los camboyanos al menos. Se empeñaban en acabar el vaso en cada brindis. Los vasos eran pequeños, y con un hielo grande, apenas había cerveza. Tras varios brindis, finalmente aparecieron los novios. Ella, cómo no, con un traje blanco y él vestido de verde. Todo muy recargado, como la invitación, pero a la vez folclórico y original bajo una perspectiva occidental.


Saludos, comentarios, fotos con ellos... y muy pronto de vuelta a casa; había que trabajar al día siguiente. Eso sí, antes de partir, correspondía depositar en una urna el sobre que venía con la invitación. Parecía una mesa electoral con el recuento iniciado. Y parecía que no iba mal la cosa. Así fue mi primera boda khmer. Muy rápida y apresurada quizás. Intensa también. Seguro que habrá más y seguro que las que vengan me recordarán a las de mis amigos. Aquellas en las que he estado y las que me he perdido este año.