sábado, 31 de agosto de 2013

PSE in depth

Me gustaría compartir con vosotros la entrevista que me hizo Caro, la Community Manager del PSE Summer Camp 2013 durante la última semana de campamento. Os dejo una versión reducida:

Álvaro Mayoral trabaja en PSE desde febrero para llevar a cabo un proyecto de consultoría. Nos va a contar su experiencia, impresiones y cómo ve el Summer Camp:
Conocí PSE a través de Mónica Cuesta, una amiga de ICADE, en un momento en que me planteaba la necesidad de tomarme un año sabático. Quería hacer algo distinto en un sitio distinto; algo con un significado diferente. Mónica fue de las primeras personas a las que me dirigí y fue quien primero me habló de los campamentos de verano. Fue ella quien habló a Marisa y Fernando de mí, de mis inquietudes y de mi trabajo en consultoría. Era un trabajo que justo encajaba con las necesidades que tenía PSE. Tras conocer a los responsables de la ONG en París y acordar un modelo de colaboración, pedí una excelencia en Accenture y me la concedieron. Les estoy muy agradecido por ello. 
¿Como fueron tus primeros días? 
El primer día que pisé PSE me sorprendió lo grande que es. Durante un día normal se ven cientos de niños limpios, duchados, con sus uniformes, estudiando, jugando, yendo de un sitio para otro... Se ve mucha gente; muchos alumnos, muchos profesores, muchas visitas. Se ve tanta gente haciendo tantas cosas que todo parece "normal". Desde las clases de educación básica a la enfermería, pasando por escuela de hostelería, con su hotel y restaurante.
Sin embargo, hasta que no hice la primera visita con el Departamento Social no me hice a la idea de lo que realmente es PSE. Cuando vas con los asistentes sociales al nuevo vertedero, o directamente a una familia y ves la chabola donde viven los niños… es allí cuando lo entiendes todo. Ves al niño en su contexto familiar, en su casa al lado de la mierda. Ves las condiciones en las que vive. Es allí donde la familia te cuenta su historia. La madre te dice que no puede trabajar porque está enferma, te cuenta lo poco que gana su marido y que, además de sus hijos, viven con ellos sus sobrinos porque su hermana se ha ido a la provincia. Conoces el entorno en el que viven, insalubre, rodeado de animales, de suciedad, de miseria... Hasta que no haces la primera visita con el Departamento Social no te das cuenta de la verdadera dimensión del trabajo de PSE.
¿Cuáles son los nuevos retos de PSE? 
PSE ha crecido mucho en los últimos años. Gracias a ello puede ayudar a más gente. También ha crecido mucho el número de trabajadores y el trabajo de dirección y gestión es más grande. En mi proyecto, ayudo a PSE a adaptar su modelo de Governance a una estructura cada vez más grande (500 personas trabajan para ayudar a 6500 niños de 3200 familias). Con la supervisión de dos miembros del Consejo de Administración, Fernando Alonso y Geoffroy Bazin, trabajo con la Dirección de la ONG en Camboya para adaptar la organización y mejorar sus herramientas de gestión. 
Esos son los retos desde el punto de vista organizativo. Pero hay muchos más. Por ejemplo, los financieros. El más importante, mantener la base de datos de padrinos y donantes, cada vez más mayores. En una Europa en crisis, de la que no se salva Francia, es difícil. Para la actividad de PSE es muy importante que el ingreso no deje de fluir. La pérdida de peso del euro en el tipo de cambio euro-dólar de los últimos años ha perjudicado a la ONG porque la mayoría de ingresos son en euros. Antes los mismos euros se convertían en más dólares. Pero los retos o los riesgos no son sólo financieros. Hay también riesgos de imagen. Cada año se gradúan más y más alumnos en PSE con titulaciones más importantes. Cuidar su educación y sus valores es clave y conseguir que sean un ejemplo positivo en la sociedad no es tarea fácil. Cuentan como retos también la capacidad de adaptarse al entorno. Antes PSE trabajaba fundamentalmente con niños del basurero. Ahora, habiéndose cerrado el antiguo, la miseria se ha dispersado y PSE está presente en más comunidades que el Departamento Social identifica en Phnom Penh y, ahora con más fuerza, en otras provincias. Por último, habría que mencionar la importancia de saber hacer bien el salto generacional. Christian y Marie France des Pallières, los fundadores, o Papi y Mami, como los conoce todo el mundo, aunque muy presentes, están sabiendo pasar el relevo. 
¿Cómo ves al campamento de verano? 
Desde el primer día en que llegué a PSE no ha pasado una sola semana en que los niños me hayan preguntado cuándo comenzaría el Summer Camp, el Bachambrong. Preguntaban también si vendrían Mónica, Pablo, Carlota, Rosana, María… ¡Preguntaban por los monitores! Y yo les contestaba: Kae pram bai (empieza en el “mes ocho”). Pensaban que faltaba todavía mucho tiempo, pero sonreían. Desde que comenzaron a llegar los coordinadores, la ilusión que se vive en PSE es distinta a la del resto del año. Durante el curso es ilusión por aprender; durante el campamento de verano es ilusión por disfrutar. Los monitores europeos son un referente no sólo para los niños, también para los monitores khmeres. Todos se proyectan en ellos. 
El primer objetivo del Camp es que los niños sigan estando en un entorno controlado y seguro durante el periodo de vacaciones. Asegurando ese entorno, el segundo objetivo es conseguir que lo pasen bien, ¡pero el primero es clave! Muchos de estos niños no pueden volver a sus casas. Si volvieran estarían expuestos a violencia doméstica, drogas, bebida, prostitución… y en cualquier caso a la miseria, a no poder comer. Hacer ese enganche entre el fin del curso anterior y el siguiente es una misión fundamental del Camp que Por la Sonrisa de un Niño (PSN) hace como nadie. 
¡Mil gracias a todos los que habéis hecho posible el Camp! Seniors, coordinadores, monitores, ¡todos! ¡Nos vemos el año que viene! 
¡Muchas gracias Álvaro!
Para ver el artículo en el blog del PSE Summer Camp 2013, ir a http://psecamp2013.wordpress.com/2013/08/30/pse-in-depth. Allí también encontraréis entrevistas a Vichhika y Martin de Roquefeuil, Vicepresidente de PSE.

En la oficina, con mis ayudantes

lunes, 26 de agosto de 2013

Good luck Mr Rainsy

La oposición en Camboya tenía hoy una ocasión excepcional para reafirmar su condición de alternativa. La tenía y la ha aprovechado. El Cambodian National Rescue Party (CNRP) de Sam Rainsy celebraba hoy su manifestación más grande tras las pasadas elecciones generales del 28 de julio. Con los resultados finales todavía pendientes de confirmar, el Gobierno en funciones de Hun Sen se ha esforzado en atemorizar al país ante el avance del CNRP, que continúa denunciando sin descanso las irregularidades del proceso electoral. Unas irregularidades que, según sus datos, podrían haberle arrebatado la victoria por mayoría absoluta.

En este tiempo, el Gobierno no ha escatimado en proclamar mensajes alertando sobre un estallido violento dirigido por la oposición. En la calle se ha incrementado notablemente la presencia de la policía militar y han crecido los controles en los accesos a Phnom Penh. En la prensa han proliferado imágenes sobre policías practicando técnicas de antidisturbios y se han filtrado noticias de la cesión de armas y tanques por parte de países aliados. Todo ello para crear una falsa sensación de miedo a la actuación de la oposición.

Nada más lejos de la realidad. Frente a todo ello, el CNRP ha hecho lo que se espera de un partido serio, sereno y responsable: manifestarse pacíficamente apostando por la convivencia y reclamando una investigación externa e imparcial dirigida por las Naciones Unidas. Sam Rainsy ha dado hoy un nuevo paso para convertirse en el líder del cambio en Camboya. Le deseo para ello buena suerte.


domingo, 25 de agosto de 2013

Oun, 11 años

Hoy, en una jornada típicamente turística, mi hermano se ha enfrentado a la negociación más compleja e interesante desde que está en Phnom Penh. Tras pasar la mañana en el barrio BKK1, asfixiados por el calor y la humedad, tomábamos una cerveza en una de las terrazas de Preah Sisowath Quay, el paseo por la rivera del Sap. Sentados cómodamente con una jarra de Angkor a medio empezar, se aproximó a nosotros una niña que pretendía vendernos alguno de los productos que traía bajo el brazo.

Tras la incómoda sensación de no saber cómo reaccionar y prevenido por mi parte sobre la manera más adecuada de tratar a los niños callejeros - esencialmente no darles dinero - mi hermano se limitó a preguntar a la niña su nombre y su edad. Son, por otra parte, las pocas cosas que sabe decir en khmer. Probablemente a continuación le diría que muchas gracias y que se fuera a descansar. Para nuestra sorpresa, la niña contestó en un perfecto inglés: "Mi nombre es Oun y tengo once años". Continuó, y en un intento de prolongar la conversación para más tarde hacer negocio con nosotros, nos preguntó de dónde éramos. "De España", le respondimos. La conversación siguió así:
- ¿De dónde creéis que soy yo?
- De Camboya.
Dijo mi hermano.
- De Udong. Dije yo, pretencioso, para demostrar mi conocimiento de las provincias camboyanas.
Tras una pausa, Oun contestó:
- Vengo de papá y de mamá. Reímos los tres.
Desarmados por su desparpajo nosotros y consciente ella de que lo estábamos, comenzó a ofrecernos los productos que llevaba bajo el brazo. Libros, DVDs, pulseras. Empezó con éstas últimas. Tres por dos dólares. Evidentemente caro. Continuó por los libros. Nos los ofrecía por cuatro, sorprendentemente baratos en comparación con las pulseras. Viendo en nuestros ojos que quizás nos podría interesar alguno de los libros, comenzó a recitar los títulos de los que tenía. Incluso nos hizo una breve reseña, siempre en inglés, de los que le parecían más interesantes. Probablemente eran los que se vendían mejor.

Tras un momento de indefinición, le propuso a mi hermano un juego. Si ganaba ella, mi hermano le debería comprar el libro no por cuatro, sino por cinco dólares. Si perdía, se comprometía a venderlo por dos. "A veces pierdo", dijo. El juego que nos proponía no era otro que "Piedra, papel o tijeras". Mi hermano y yo nos miramos y, sinceramente, no pudimos decir que no. Yo me erigí en árbitro y ellos dos jugarían al mejor de cinco. Para ese momento supongo que ya teníamos decidido comprar el libro. Supongo que ella también lo sabía y que si perdía, le pagaríamos al menos los cuatro dólares que pedía inicialmente.

¡1, 2, 3! Comenzaron a jugar y tras varios "lanzamientos" llegaron a estar empatados a dos. Mi hermano, seguro de sus oportunidades, ganó el tercer punto. Oun, viendo que perdía, me miró y dijo "Es al que primero gane cinco". Como árbitro y a pesar de las lógicas protestas de mi hermano, no pude sino sucumbir ante Oun y darle la razón. Poco después ella ganó. Con un gesto victorioso sacó el libro que creía que interesaba a mi hermano y le recordó: "Son cinco dólares. Es una historia muy bonita". Sin darse por vencido por lo que entendía un resultado injusto, mi hermano continuó negociando con ella y, finalmente, obtuvo un precio de tres dólares y medio. "Apenas me has dejado margen, yo los compro por tres", refunfuñó graciosa Oun.

Satisfecha por su venta, se disponía a marcharse. Nosotros quisimos preguntarle si iba al colegio y nos nombró uno de la zona. "Trabajo los domingos, cuando no hay clase". Ojalá sea así, su nivel de inglés parece confirmarlo. Sea como fuere, la historia ilustra a la perfección la situación de muchos niños en Camboya. Una situación que muchos queremos mejorar.

Mi hermano y Oun

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domingo, 18 de agosto de 2013

Choeung Ek, los campos de exterminio

Durante el régimen de los Khmeres Rojos, el que se llamó de la Kampuchea Democrática, murieron en Camboya más de un millón y medio de personas de una población que apenas superaba los ocho. Incluyendo las muertes de hambre o por enfermedad, la cifra podría llegar a los dos millones y medio. El país vivió un auténtico genocidio. Hasta la fecha se han encontrado más de veinte mil fosas comunes. Entre ellas, la más famosa son los "Killing fields" o campos de exterminio de Choeung Ek a las afueras de Phnom Penh. Son los mismos que he visitado hoy.

Choeung Ek era el destino final de los prisioneros que se derivaban de Tuol Sleng, la prisión S-21. Tras la caída del régimen se descubrieron en ellos 8.895 cuerpos. La mayoría de ellos pertenecían a los enemigos políticos de los Khmeres Rojos. En un principio eran gente vinculada al antiguo régimen. Más tarde cualquiera que tuviera estudios, hablara un idioma extranjero o, simplemente, llevara gafas.

El proceso de ejecución era sencillo. Los camiones que trasladaban a los prisioneros llegaban a los campos de noche. Primero dos o tres al mes, unas cien personas. Avanzada la locura totalitaria, esa cifra sería prácticamente diaria. Sin saber por qué ni para qué eran trasladados, eran ejecutados la misma noche de su llegada. A las sangrientas escenas de su breve tortura - se intentaban ahorrar balas -, se le unía una banda sonora de propaganda del régimen. Junto con el ruido de los motores diésel para iluminar la escena, sonaban bien fuerte no para convencer a nadie, sino para hacer inaudibles sus gritos.

¿Cómo pudieron suceder estos hechos hace tan poco tiempo? Esta es la pregunta que no dejo de plantearme. No encuentro respuestas. Quizás nada ejemplifique mejor la locura de Pol Pot que su propia frase: "Mejor matar a un inocente por error que dejar vivo a un enemigo por error". Por su parte, el personaje de Dith Pran en "The killing fields" ("Los gritos del silencio", en español), basado en su historia real como fotógrafo asistente del corresponsal de The New York Times, resume la ideología del Angka:
Dith Pran: They tell us that God is dead. And now the Party, they call the Angka, will provide everything for us. He says, Angka has identified and proclaims that the existence of a bad new disease, a memory sickness like those that think too much about life in pre-revolutionary Cambodia. He says, we are surrounded by enemies. The enemy is inside us. No one can be trusted.
[young boy crosses out parents in stick figure family on blackboard] 
Dith Pran: We must be like the ox and have no thought, except for the Party. No laugh, but for the Uncle. People starve, but we must not grow food. We must honor the comrade children, whose minds are not corrupted by the past.
Izquierda: Estupa del Memorial Choeung Ek. Contiene más de ocho mil cráneos de las víctimas.
Derecha: "Killing tree", arrojándolos contra él se asesinaban bebés y niños pequeños.

Izquierda: Nuevos restos de huesos encontrados en las fosas tras la exhumación inicial.
Centro: Restos de ropa de las víctimas que todavía salen del suelo en la estación de lluvias.
Derecha: Uniforme de los Khmeres Rojos (mujer-hombre).

 Aspecto de las fosas comunes más de treinta años después.

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sábado, 17 de agosto de 2013

Kilómetro 78

Esta semana he tenido la oportunidad de visitar Kampot junto con unos compañeros de PSE, algunos de ellos ya amigos. Salvando los miles de kilómetros de distancia, el viaje bien podría haber sido un viaje en el tiempo a la España de hace setenta años. Cada experiencia que he vivido me ha evocado las cosas que me contaba mi padre de su infancia y juventud.

El viaje comenzó como lo hacen las películas de los años cuarenta. Un viaje a ninguna parte en una antigua furgoneta llena de gente. Cajas, maletas y comida ocupaban cada rincón del coche, por minúsculo que fuera. Las carreteras de Camboya son como aquellas antiguas nacionales de España. Aquellas que sólo tenían un carril por sentido y mal asfaltado. Aquellas que cruzaban cada pueblo pasando por el mismo centro en vez de rodearlo. Aquellas que se hacían eternas, que parecían no acabar nunca. Los robles y los chopos que, según mi padre, las flanqueaban, se sustituyen aquí por palmeras y mangos. Los paisajes infinitos de trigo, tan amarillos en verano, son en Camboya verdes arrozales que se extienden más allá de donde alcanza la vista. Los campesinos los trabajan a mano. Sumergidos en agua hasta las rodillas, recogen meticulosamente el arroz que pueden cultivar durante la estación de lluvias. Vacas y bueyes buscan la sombra y rumian mientras descansan. Son las únicas herramientas de carga y arrastre.

La llegada a Kampot hizo olvidar las horas de viaje y cualquier vestigio de la gran ciudad, cualquier recuerdo de su vorágine y de la aún incipiente modernización de Phnom Penh. El ritmo de la provincia es distinto. La gente es distinta. Incluso los menús cambian. Por la proximidad al mar y al Kamchay, el gran río que la cruza, la dieta está plagada de marisco y pescado. Son muchas las familias que recogen los mismos cangrejos que más tarde ofrecen a los visitantes como si del mejor de los manjares se tratara. Así lo hacía mi padre cuando los cogía del río. Era uno de los pequeños placeres de los que disfrutaban en el pueblo. Ahora el río lleva menos agua y ya no hay cangrejos.


En las jornadas de trabajo que me han llevado a Kampot no ha faltado tiempo para convivir como lo hacen los camboyanos, quizás como lo hacíamos nosotros hace muchos años. Durmiendo varios compañeros en la misma habitación, como lo hacía mi padre con sus hermanos, las charlas se extendían hasta bien entrada la noche. Los desayunos y las comidas debían ser como eran los de aquellos tiempos. Un plato principal en el centro para compartir por todos los que sentaban en torno a él. La cuchara más rápida sería la que mejor comería. Y tras la comida o la cena, siempre la tertulia, sin televisión o sin una televisión que pudiéramos entender. Para pasarlo bien, cosas sencillas, un baño en el río al acabar de trabajar, música, baile. Quizás la única diferencia con respecto a hace setenta años es que un ordenador o unos altavoces reemplazaban a la orquesta. Así durante tres días. Tres días de desconexión de la realidad o de conexión con otro tiempo.

La vuelta a la ciudad no podía quedar exenta de sorpresas. Casi en blanco y negro, como si de la posguerra española se tratara, un control policial pretendía disuadir a los habitantes de la provincia de acudir a protestar a la capital por los todavía inciertos resultados de las elecciones. Poco después del control, una de las ruedas de la furgoneta pinchó. Resultaba anacrónico, como de otra época. Apenas recuerdo la última vez que pinché la rueda de mi coche. Apartados en la cuneta jugamos con gatos, tuercas y llantas.


Fue allí, en el kilómetro 78 de la carretera de Kampot a Phnom Penh, donde comencé a reflexionar sobre todo lo que conectaba mi viaje con las historias de mi padre. Las carreteras, los paisajes, las costumbres, todos me han recordado a la forma de vivir de la que me hablaba. Quizás al leerlo él también se sienta reconocido. Me alegra haber disfrutado del viaje, poder contarlo de esta manera y, sobre todo, poder decir que tras hacerlo entiendo mejor a mi padre.

lunes, 12 de agosto de 2013

La primera semana de Camp


Parece mentira, ¡la primera semana del Camp se ha pasado volando! Me alegra poder conocer esta otra cara de PSE. La de las vacaciones, la de aparcar los libros, la de los juegos y las excursiones. Con permiso de Caro, la Community Manager del Camp, creo que no hay mejor manera de recordar estos primeros días que con alguna de las fotos de las actividades que se han celebrado a lo largo de la semana. ¡Seguro que os gustan!


¡Todos listos!

Entrada de los niños el primer día de Camp


Excursión al waterpark

El equipo de especiales

Panorámica del Camp Central

En PSE Summer Camp 2013 podréis encontrar muchas más "fotos e historias del mejor campamento de verano de Camboya".

sábado, 10 de agosto de 2013

El Día Nacional de Singapur

"Majulah Singapura" / "Onward Singapore" / "Adelante Singapur"

El 9 de agosto es el Día Nacional de Singapur. Celebran su independencia de Malasia en el año 1965. El dato, además de histórico, es pertinente. Ayer fue 9 de agosto y tuve la ocasión de celebrarlo con un grupo de singapurenses en Phnom Penh.

Trabajando en PSE he tenido la oportunidad de conocer a Aileen Ong, la Presidenta de Solutions to End Poverty (STEP), una organización de Singapur que se dedica a ayudar a comunidades de las zonas más pobres de Asia y que, entre sus objetivos, pretende generar jóvenes líderes singapurenses que se comprometan con el servicio activo a la comunidad.

En la actualidad, STEP colabora con PSE y Habitat en la construcción de Smile Village, un pequeño complejo de viviendas que acogerá a familias seleccionadas entre las más necesitadas de PSE. Una vez construidas las casas, se espera que en un periodo de tres a cinco años, las familias que vivan allí puedan educarse, desarrollarse y, finalmente, independizarse. El objetivo es que se conviertan en un referente para las nuevas familias que ocuparán su lugar y para el resto de la sociedad. Un ejemplo de esfuerzo, superación y salida de la miseria.


A raíz del proyecto Smile Village, Aileen viene con bastante frecuencia a Phnom Penh y es a través de sus repetidas visitas que nos hemos conocido e intercambiado opiniones. En cada visita, la acompañan jóvenes estudiantes de Singapur quienes, en sus escasas vacaciones, tienen interés por conocer la realidad que viven los países de su entorno. Mientras están aquí, visitan a las familias de PSE, conocen de primera mano sus problemas y, en ocasiones, se comprometen a ayudar de una manera más específica.


La visita de este mes ha tenido un matiz distinto por dos motivos. El primero, porque han podido conocer toda la actividad de los Campamentos de Verano. En sus visitas a PSE y las paillotes, han quedado impresionados por la alegría de los niños y la energía de los monitores. El segundo, porque coincidiendo con su estancia en Phnom Penh, se festejaba su fiesta nacional. Para celebrarla organizaron una comida a la que, además de a varios miembros de PSE, invitaron al nuevo Embajador de Singapur en Camboya.

En la comida con los nuevos amigos de Singapur pude conocer más de su cultura, su conciencia de país y su manera de vivir su Día Nacional. A lo largo del evento, se hicieron pequeñas presentaciones de las actividades de las dos ONGs y los estudiantes hicieron un pequeño test sobre conocimientos de Singapur. Fue muy divertido. El Embajador, recién llegado a Phnom Penh, también intervino y se comprometió a venir a visitarnos pronto. Fue un verdadero placer compartir conversaciones e inquietudes con gente de un país tan distinto para mí. Un país joven, por sus tan sólo cuarenta y ocho años de historia, y que en muy poco tiempo ha experimentado un desarrollo inmenso que ahora quiere compartir con los países de su entorno.


jueves, 8 de agosto de 2013

El viaje de mi hermano

"La travesía de mil millas comienza con un paso"
Lao-Tsé

Cual Robinson Crusoe, el martes aterrizó en Phnom Penh mi hermano Alberto. Al ver su foto en el área de llegadas del aeropuerto, su amigo Javi Yagüe comentaba ácidamente: "Llega con el aspecto que se supone que tendría a su vuelta. ¿Cómo estará entonces?". No le faltaba razón, al menos en la primera parte de la frase. Pertrechado únicamente con una mochila y con todos sus aparejos fotográficos, su barba de náufrago hacía pensar que venía de un largo viaje en el que habría estado aislado de la civilización.


En realidad venía de Lavapiés y a pesar de que no estuviese aislado del mundo, lo cierto es que su viaje fue largo. Lo fue por las muchas horas de vuelo y de escala en Doha y Ho Chi Minh, la antigua Saigón. No cabe duda de que ha dado el primer paso de una gran aventura. Lo es conocer un continente nuevo, una cultura diferente y gente, mucha gente. Ya en el mismo aeropuerto comenzaba a hacerlo. Todo le parecía distinto. Su sorpresa fue en aumento conforme navegábamos de vuelta a casa por las calles de Phnom Penh. Navegábamos, literalmente. El martes cayó el monzón más fuerte de la temporada hasta la fecha. Las calles de la capital se inundaron y casi había que achicar agua del tuk tuk.

Una vez en casa, merecido descanso tras el largo viaje. Por la mañana, con la luz del día, se descubriría otra visión de la ciudad. A partir del miércoles comenzaba el segundo paso del viaje. Y lo hizo en PSE. Más tarde, el resto de la ciudad. Será a él a quien corresponda recoger sus impresiones del país. Por mi parte, sólo puedo hacer mías las palabras de Pepín y Noelia desde Colombia: "Es un gusto poder enseñarle a la gente querida la vida que estamos viviendo en estos mundos".

Seguro que mi hermano y yo hacemos un buen equipo aquí en Camboya. Como el de Guy Hamilton y Billy Kwan en Indonesia en "El año que vivimos peligrosamente". Igual que en la película, me imagino a Alberto diciendo:
Billy Kwan: We'll make a great team, old man. You for the words, me for the pictures. I can be your eyes.
Sea así, él con las imágenes y yo con las palabras, al revés o las dos cosas a la vez, de lo que estoy seguro es de que en Camboya descubriremos muchas cosas y de que las contaremos aquí.

viernes, 2 de agosto de 2013

Antes de que empiece el Camp

Antes de que empiece el Summer Camp 2013, me gustaría dejaros todos los links para seguir las actividades de los voluntarios en los diferentes campamentos. Son los siguientes:

  • Twitter e Instagram: psesummercamp
    • Hashtags: #PSEsummercamp #PSEstories #camboyanada

¡Buen Camp!