jueves, 4 de julio de 2013

Ahora mismo, en la frontera con Tailandia

Podría ser el guión de una película, pero no lo es. Lo podría ser porque hay emociones, acción e intriga. Pero las personas que participan de ella no son actores ni actrices. Son gente que conozco.

A principios de la semana, una pensionnaire de PSE se escapaba del colegio. Se escapaba para irse con su madre, que acababa de dar a luz. En un primer momento, el Departamento Social trató de dar con ella y convencerla para que volviera. Parecía que todo iba bien, pero la niña se volvió a fugar. Quizás engañados ante la oportunidad de buscar un futuro mejor o simplemente para poder malvivir en otro sitio, se sospechaba que la familia quería cruzar la frontera con Tailandia y no volver. Cruzar la frontera significa muchas cosas. Convertirse en un inmigrante ilegal, la primera. Por supuesto, perder el acceso a una educación y a unas condiciones de vida dignas. Y quién sabe, quizás tener que ganarse la vida recurriendo a la prostitución.

Miércoles. Tras varias reuniones de urgencia, PSE decidió enviar a uno de los responsables del internado a intentar encontrar a la familia en la frontera. La red de contactos que ha desarrollado PSE en los últimos años es increíble. Desde las instituciones oficiales hasta traficantes. Desde lo legal a lo ilegal. Gracias a esa red, quizás haya una oportunidad de encontrar a la familia.

Jueves por la mañana. Tras repartir fotos de la niña entre los contactos habituales se ha logrado identificar dónde está la familia. Los fugados son la niña, su madre, su nueva pareja y el nuevo hijo de ambos, de apenas una semana. La madre tiene el virus del SIDA. Se lo habrá transmitido a su bebé durante la gestación. Probablemente sin saberlo, el padre también esté infectado. Él es un mafioso que se dedica a trapichear con lo que puede. A la niña de PSE le llama la sangre. Quiere cuidar a su nuevo hermano mientras su madre trabaja. Están en una guest house cerca de la frontera. La casa es un punto de encuentro habitualmente utilizado por traficantes.

Jueves mediodía. La única oportunidad de retener a la niña es sorprendiendo a la familia en plena comisión de un acto delictivo. Lo van a hacer. Van a intentar cruzar la frontera sin papeles. El enviado de PSE se ha hecho pasar por traficante y ha podido hablar por teléfono con la madre. El engaño ha servido para confirmar su intención. Tocaba entonces, no sin algún que otro soborno de por medio, movilizar a los traficantes que iban a ayudar a la familia y al ejército en la frontera. Con ambos de su lado y con un coche dispuesto a seguir a la familia en cuanto salieran de la casa, todo estaba preparado para la persecución.

En el momento en que escribo esto, la familia ha sido detenida por el ejército al intentar entrar en Tailandia. La ley marca un máximo de veinticuatro horas de retención. Queda poco tiempo para ver qué sucederá con la niña, su hermano y sus padres. El padrastro se ha mostrado muy violento. La niña rechaza volver a PSE. Insiste en que quiere cuidar a su hermano. A las cinco de la tarde llegan dos nuevos miembros del equipo de la organización. Un psicólogo y la responsable del internado de chicas. Juntos pretenderán convencer a la niña y a su familia de la necesidad de volver al centro. PSE está dispuesta a todo. A acoger también al bebé. A pagar por hacerlo si es necesario.

No es una película. Está pasando ahora mismo.


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