viernes, 26 de abril de 2013

Son las cosas sencillas

"Happiness is about enjoying the simple things in life" 

Son las cosas sencillas las que hacen que algo merezca la pena. Son cosas tan sencillas que a veces no las vemos o simplemente las pasamos por alto, las damos por asumidas.

Son cosas como ver la sonrisa de un niño que cada día antes de ir a clase se asoma a la ventana de tu despacho porque sabe que trabajas allí. Un niño que cada día te preguntaba tu nombre y a fuerza de hacerlo lo ha aprendido, o al menos eso cree: "Al-val-ló". Un niño que quiere que salgas para saludarlo y que en cuanto lo haces en apenas un momento te ves rodeado por todos sus amigos que buscan tu mano, subirte a la espalda o hacerte cosquillas.

Son cosas como que los niños con quienes has pasado una semana de vacaciones y para los que hasta hace poco eras un extraño, ahora te conocen, te saludan y se alegran al verte. Y te piden que les cantes esa canción que cantabas con ellos en Siem Reap. Y se ríen de ti porque no pronuncias bien su idioma y saben que ni siquiera lo entiendes. Quizás por eso precisamente les gusta.


Son cosas como conocer a gente nueva. Gente nueva con la que conectas inmediatamente. Gente que aún proviniendo de una cultura tan distinta tiene tus mismos problemas, tus mismas inquietudes, tus mismas alegrías. Gente que comparte su vida contigo como si te conocieran de siempre. Gente con la que tienes largas conversaciones, como las que tienes con amigos de toda la vida. Gente con quien se ha fraguado una amistad que ha nacido adulta.

Hay muchas más cosas. Más cosas sencillas. Como conocer día a día las pequeñas costumbres de una cultura nueva. Como balbucear incipientemente palabras en khmer y hacer feliz a alguien sólo por hacerlo. Como llamar "Mister" a alguien y hacerle feliz porque se siente importante. Como probar un plato que crees que no te va a gustar y tras hacerlo decir "vaya, no está mal". Como saber que negocias mejor que cuando llegaste y que puede que ahora te sigan engañando, pero menos. Como sentirte reconocido por gente que apenas te conoce. Como cuando oyes hablar español en Camboya y te sientes en casa. Como tantas otras.

Son todas estas cosas sencillas y muchas más las que me hacen disfrutar de mi experiencia en Camboya.

martes, 23 de abril de 2013

Año nuevo en Siem Reap

"New year, new life"

Año nuevo, vida nueva. Eso es al menos lo que decimos en España. De ser así, este año habré tenido la oportunidad de hacerlo dos veces: la primera en enero y la segunda ahora, en abril. El motivo, la celebración del año nuevo camboyano, el 2557 según el calendario budista.

En Camboya, al igual que en el mundo occidental, el año nuevo es una de las fiestas más celebradas del año. Durante el mes de abril, en el punto álgido de la sesión seca, los agricultores recogen su última cosecha y descansan tras todo un año de trabajo. Los agricultores y los trabajadores de cualquier sector. En Phnom Penh, como en tantos sitios, la costumbre es pasar las vacaciones en la provincia de origen, junto con la familia. Muchos de los niños a quienes ayuda PSE pueden hacerlo. Sin embargo, para otros tantos que viven en el internado esta costumbre tan sencilla es sólo un sueño.

Para que el sueño no quede en sueño, durante las principales vacaciones camboyanas, PSE suele programar viajes organizados con los niños que viven el internado y que por diversos motivos, a cada cual más duro, no pueden pasar con sus familias los días de descanso. El departamento de Accommodation, liderado por Vichhika, es el responsable de organizar dichos viajes. Vichhika no es una profesional más de PSE. La mayoría de los niños del internado la llaman Ma. Para muchos de ellos es su verdadera madre. Mengsry, supervisor, es Pa, el padre. Juntos durante el año se desviven para que los niños vivan en las mejores condiciones posibles. Durante las vacaciones viajan con ellos como una gran familia para lograr el objetivo de que se sientan como cualquier otro niño.

A Siem Reap viajamos más de cien niños y casi quince voluntarios. Entre ellos Pablo, navarro, que se ha convertido en un verdadero amigo, Camille, Simon y Tom, además de los voluntarios camboyanos. En Siem Reap visitamos con los niños los templos de Angkor, jugamos a juegos tradicionales, visitamos el Cultural Village donde aprendimos tradiciones camboyanas, cocinamos juntos platos locales... Hicimos muchas, muchas cosas y todas ellas me han ayudado a entender todavía mejor esta organización, a ver los resultados reales que obtiene, a entender por qué, en definitiva, se llama "Pour un Sourire d'Enfant".





sábado, 13 de abril de 2013

Cosas que hacer en Phnom Penh con sesenta euros

"Es una ocasión singular
la de que el dólar esté devaluado
que no hay que dejar escapar
para viajar a ultramar
en un momento dado..."
No hay marcha en Nueva York - Mecano

En realidad, el dólar no está devaluado, sino que le está recuperando terreno al euro. A día de hoy, el tipo de cambio es de 1,31 dólares por euro. Así, sesenta euros son casi ochenta dólares. ¿Pero por qué hablar de sesenta euros? Por dos motivos. Primero, porque que sesenta euros es una cifra que a todos los españoles nos suena. Son "diez mil de las antiguas pesetas". Es una buena referencia para hacerse una idea del coste de la vida aquí. Y segundo, el verdadero, porque es una pregunta que me ha hecho mi hermano, hermano a quien durante mi estancia en Camboya he alquilado mi coche por el módico precio de sesenta euros al mes (una ganga): ¿Qué se hace con sesenta euros en Phnom Penh?

En primer lugar, es importante justificar la referencia al dólar. La moneda oficial de Camboya es el riel camboyano (KHR), pero en la práctica hay dos monedas en circulación: el propio riel y el dólar, que equivale a cuatro mil rieles. Este tipo de cambio es aceptado por todo tipo de establecimientos, desde los mercados callejeros a las (escasas) tiendas glamurosas de Phnom Penh. Cualquiera que venga no se tiene que preocupara de cambiar rieles. Basta con traer dólares.

Sesenta euros, ochenta dólares. Empezamos por aquí. El salario mínimo mensual, al menos el oficial, es de $75, unos $900 anuales. Pero lo cierto es que hay más de cuatro millones de personas que viven con menos de $1,5 al día. Por tanto, sesenta euros, ochenta dólares, son muchos y, afortunadamente, con ellos se pueden hacer muchas cosas.

Si en Camboya hubiese McDonald's se podría hablar del índice Big Mac, pero no lo hay. Tampoco hay Burger King, pero sí hay KFC. En el KFC el precio de un menú con patatas y bebida es de $3,25. Así, con ochenta dólares se podrían comprar casi veinticinco comidas. Lógicamente, el KFC no es el sitio donde como. Sólo en ocasiones se convierte en una especie de capricho nostálgico. El precio habitual de un plato de comida en uno de los cientos de puestos callejeros o de restaurantes tradicionales ronda el dólar y medio. Quizás el mejor ejemplo sea el Chinese Noodle Restaurante de Monivong Boulevard. Me recuerda nostálgicamente al Rey de Tallarines de Madrid. Sopas de tallarines caseros con ternera, pato o champiñones, abundantes ya en el tamaño pequeño, por sólo $1,5. Ideal compartiendo doce dumplings por otro dólar y medio. Con ochenta dólares se podría cenar allí todo un mes.


Lógicamente, no todo son restaurantes tradicionales. Aquellos que están un poco más elaborados, como el Boat Noodle Restaurant ofrecen platos a $3-5 y los que específicamente se dedican al público extranjero fijan sus precios entre $5-10. Ejemplo de estos últimos son Comme à la maison o FCC Phnom Penh. En todo caso, si hay una parada obligatoria en lo que a restaurantes se refiere, es la visita al Lotus Blanc, gestionado por PSE y donde tanto en la cocina como en el comedor trabajan alumnos de la organización.

Siguiendo con referencias conocidas, qué mejor que la de una lata de Coca-Cola. Un refresco cuesta $0,40 en el Lucky Market, la única cadena de supermercados de Camboya y, por tanto, la de referencia. En la calle quizás se pueda encontrar algo más barata, pero poco más. En este caso no hay mucha diferencia con Europa y, por ello, para Camboya resulta cara. Por mil rieles, lo más habitual para refrescarse durante el día es tomar un refresco de azúcar de palma preparado al instante. Tras el arroz, la palma es la producción agraria más extendida y en la calle hay multitud de puestos que exprimen su jugo. Y si no es palma, los camboyanos beben el agua de coco que se encuentra en otros tantos cientos de puestos callejeros.


Por lo que respecta al alcohol, una cerveza en lata se puede encontrar a partir de $0,50 en marcas locales como Angkor, Kingdom o la vecina Leo, de Tailandia. Las de importación, lógicamente, son más caras. Quizás la cerveza sea la bebida que más consumen los camboyanos cuando salen a divertirse. Es habitual pedir jarras y brindar con todos cada vez que alguien bebe, pero sus salidas se quedan en tertulias más o menos animadas tras la comida, el trabajo o la cena. No es muy tradicional que los camboyanos salgan por la noche al estilo occidental. En todo caso, en los bares para expats se pueden encontrar copas de vino por $2,50 (el chileno suele ser el más barato) y cócteles o copas (desde luego no a la española) a partir de $4.

Intentando hacer referencia a diferentes maneras de gastar sesenta euros en Phnom Penh, tal como preguntaba mi hermano, se podría mencionar también lo que cuesta la ropa. En el Russian Market, una camiseta se empieza a negociar a partir de $5, pudiéndose quedar en $2, en función de la técnica del negociante. La posibilidad de hacer camisas o zapatos a medida se fija a partir de $30 para las primeras y $40 para los segundos, en este caso, no negociables.

Moverse en Phnom Penh es caro o barato según la óptica con que se mire. Un viaje normal en motodop puede salir por un dólar ($1,5 como mucho). De igual manera en tuk tuk. Con un precio básico de $2, compartido con alguien no debería exceder el dólar y medio por persona para cualquier destino dentro de la ciudad. Para salir de la ciudad, cruzar el río en barco no cuesta más de 2.000 rieles y un viaje en autobús a Siem Reap se debería poder conseguir por menos de $10. La gasolina cuesta $1,25 por litro, aparentemente barato para los estándares europeos pero extremadamente caro en el contexto camboyano. Yo me muevo en bicicleta, así que ahorro bastante en desplazamientos.

Comida, bebida, ropa, transporte. Un buen repaso sobre cómo gastar sesenta euros, ochenta dólares en Phnom Penh. Dan para mucho. Espero haber satisfecho la curiosidad de mi hermano y de algun@ más.

Otros ejemplos de precios:

- Lavado y planchado de ropa (10 prendas): $2,5
- Mensaje de móvil internacional Camboya-España: $0,20
- Precio del kilovatio: $0,25. La energía es muy cara en relación al poder de compra
- Visita al Palacio Real de Phnom Penh: $6
- Visita a los Templos de Angkor: $25 el pase de un día
- Cereales: A partir de $3 la caja
- Yogures: $0,35 por unidad en marcas locales en Lucky Market
- Mangos: En temporada, a $0,16 los 100g. en Lucky Market
- Manzanas: Traídas normalmente de EEUU, a $0,75 la unidad en Lucky Marte

lunes, 8 de abril de 2013

Camboya en blanco y negro y en color

Cada día que pasa, más me llaman la atención los contrastes de Camboya. Por una parte, encuentro un Phnom Penh en blanco y negro, antiguo, tradicional, como si de una escena de "Mi calle" se tratara. Por otra, existe también un Phnom Penh en color, a la última, lleno de imágenes de Psy y su "Gangnam Style".

En el Phnom Penh en blanco y negro hay gallos en las calles que cantan a todas horas. A veces, mientras duermo, pienso que estoy en un pueblo. Hay, aunque cada vez menos, carros tirados por bueyes que se abren paso lentamente por las pequeñas calles de la ciudad o por las grandes avenidas del centro. En alguna de las casas de alrededor de PSE se oyen aislados los mugidos de alguna vaca o los gruñidos de un cerdo. En el Phnom Penh de casi millón y medio de habitantes hay decididamente algo de rural.

Hay también en Phnom Penh una cotidianidad que sólo puede existir en un pueblo. Desde primera hora de la mañana a última de la noche. Al alba centenares de parejas de monjes ofrecen sus rezos de puerta en puerta a cambio de una ayuda o un simple plato de arroz. En el ocaso, cuando comienza a caer la noche y bajar la temperatura, la gente, relajada, sale al fresco. La familia cena en la calle, en la puerta de casa, o simplemente habla con sus vecinos, como si de un pueblo o una antigua corrala se tratara. Es la misma gente que durante el día ha ido al mercado, un mercado de los de antes, donde la higiene brilla por su ausencia. La mercancía expuesta cruda, sangrante, sin frigoríficos ni congeladores. A lo sumo protegida efímeramente con el hielo traído en bloques macizos por un repartidor que corre apresurado para que su mercancía no se derrita.

 

 


Como los porteadores de hielo, en Phnom Penh la gente corre de un sitio para otro en moto, tuk tuk o en bicicleta. Transportan lo imposible y en cada casa hay un experto en repararlas; alguien que sabe reparar un motor o cambiar una rueda con no más de tres herramientas. El ritmo de la ciudad no permite no tener un medio de transporte.

Es precisamente ese ritmo el que aporta vitalidad a Phnom Penh. El paisaje en blanco y negro se mezcla con el color. El color de los enormes coches de lujo que navegan entre la marabunta de motos. El color de los llamativos anuncios de productos occidentales en cada esquina, el de los reclamos de publicidad de los pequeños comercios en la puerta de cada casa. El color del tinte de pelo de los adolescentes que se creen modernos y se peinan como sus ídolos. Pero por encima de todo, el color de las enormes pantallas de móvil que se encuentran en los bolsillos de cada camboyano. El móvil aquí más que en ningún otro sitio es un símbolo de estatus. Y como símbolo de estatus está para ser mostrado. El móvil más actual, el ordenador más actual.

Ese gusto por tener lo último, por no ser menos que nadie hace que Phnom Penh sea una ciudad en desarrollo, en constante crecimiento. Y por ello su paisaje es un paisaje de grúas y andamios. Andamios tradicionales de bambú para construir nuevas casas en las barriadas y andamios modernos que luchan unos con otros por levantar edificios de más de treinta plantas. Cada día el paisaje cambia. Cada día una casa o un comercio nuevo o el proyecto de una carretera. El progreso se abre paso a trompicones en una ciudad sin muchos servicios básicos. Lo hace imparable a pesar de todo, de una manera en ocasiones impersonal y demoledora pero sin cambiar las costumbres, que siguen siendo las de hace años.

jueves, 4 de abril de 2013

Breve entrada sobre los sonidos de las noches de Phnom Penh

El sonido de los geckos.

El kikirikí de los gallos.

El aullido de algún perro.

Los motores y pitidos de los tuk tuks que llevan y traen a las almas nocturnas.

El sonido de aviso de los porteadores de charretes que rebuscan en la basura.

Alguna máquina de coser trabajando a deshora.

La música tradicional del Boat Noodle de cerca de casa.

Algún aspirante a cantante en algún karaoke afortunadamente lejano.

Los discursos de los asistentes a alguna boda.

El rezo de unos monjes budistas repetido en un cassette.

Yo celebrando los goles del Real Madrid en Champions.


lunes, 1 de abril de 2013

PSE Charity Party 2013

Hay una semana en el año en que PSE se paraliza. El motivo no es otro que la celebración de la Charity Party. En esta ocasión tuvo lugar el pasado viernes y sábado y, efectivamente, PSE se paralizó. Durante el último mes se ha vivido en el centro una mezcla de ilusión y nervios. Este año no era una Charity Party cualquiera. Este año era la primera vez que se celebraba fuera de las instalaciones de PSE, ni más ni menos que en el Estadio Olímpico de Phnom Penh.

El reto organizativo era inmenso. La repercusión mediática se preveía - y así ha sido - importante. Había muy poco margen para el error y muy poco presupuesto para gastar. Con muy poco había que hacer mucho. Durante el último mes, me ha impresionado ver cómo todo el mundo en PSE, desde los directores a los alumnos, se ha esforzado en lograr que la fiesta saliera bien. Al fin y al cabo, es una fiesta y a todo el mundo le gusta pasarlo bien... Pero si una sensación me ha calado es que la Charity Party es algo más que una fiesta. Es una especie de rito, una tradición, algo que se espera durante todo el año. Es también una recompensa, como una suerte de salario emocional para los trabajadores en la antesala del año nuevo khmer. Una recompensa que no está exenta de un gran esfuerzo.

A pesar de la vorágine de la última semana, de las reuniones de última hora animando a vender entradas, a pesar de los nervios, de las cosas que se tuercen en el último minuto, a pesar de todo, todo salió perfecto. El viernes acudieron a la fiesta cerca de cuatro mil personas. Los últimos datos del sábado apuntaban a más de cinco mil. En total, más de nueve mil personas habrían podido conocer lo que hace PSE. Precisamente, dar a conocer la organización, darle más notoriedad, era uno de los objetivos que se perseguía. Y no lo olvidemos, la recaudación de fondos. Por volumen, la Charity Party es el evento que supone la mayor fuente de ingreso local para la ONG. La inversión este año ha sido mayor que en otros. Afortunadamente, también se ha contado con el apoyo de importantes patrocinadores e instituciones públicas, especialmente el Ministerio de Turismo.

Contar con el apoyo específico de las instituciones ha sido clave, en tanto que ha permitido un mayor  impacto mediático a través de ruedas de prensa conjuntas y facilitado mucho gestiones como la reserva del Estadio o la colocación de carteles promocionales en las calles de Phnom Penh. El hecho de que fuera el Ministerio de Turismo el que apoyó la iniciativa está vinculado al motivo de la Charity Party de este año: promocionar la gastronomía camboyana. Cada una de las carpas del recinto ofrecía un plato típico de una provincia de Camboya. Había muchas cosas que probar. Desde los khmer noodles a las ranas rellenas, riquísimas.

Para mí, la fiesta fue la oportunidad de conocer mejor la cultura de Camboya. Pero no sólo de eso. También de conocer en un entorno diferente a mucha de la gente con la que trabajo, de ver a los niños pasarlo bien y disfrutar fuera de las clases. Y de conocer a más españoles en Phnom Penh. Es curioso, pero ya de lejos se nos reconoce. Es cierto que rodeados de miles de camboyanos se identifica fácilmente a un extranjero, pero a los españoles se nos ve venir a la legua. Después de conocerlos no puedo decir sino que hay material para un nuevo Españoles por el Mundo Edición Camboya. Quizás algún día lo grabemos.

Pero sobre todo, haber compartido este mes previo a la Charity Party me ha servido para descubrir lo que puede llegar a hacer un grupo de gente - este grupo de gente - cuando se implica y trabaja con un mismo objetivo. En Camboya hay mucho potencial para salir adelante. Simplemente hay que tener una idea y la ilusión, constancia y coraje necesarios para llevarla a cabo. Entre todos no es nada.