viernes, 22 de febrero de 2013

El nuevo vertedero

"Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que tan sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro - entre sí decía -
más pobre y mísero que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó"
"La vida es sueño"
Calderón de la Barca

Hoy he realizado la visita que más temía hacer desde que llegué a Phnom Penh. He visitado el nuevo vertedero de la ciudad. El antiguo, el de Stung Meanchey cerró en 2009. Allí llegaron en 1995 Christian y Marie-France des Pallières y allí, ante la visión más dura de la miseria decidieron dejarlo todo y crear Pour un Sourire d'Enfant. Allí mismo montaron unas primeras cabañas rudimentarias para alimentar y curar a los niños que iban a trabajar al vertedero y más tarde, no muy lejos, levantaron las primeras escuelas y centros de acogida para dar una oportunidad de vida diferente a esos niños.

La versión española del vídeo la podéis ver en http://www.psncamboya.org

Casi 20 años después PSE trabaja con más de 3.300 familias, proporcionando una educación de manera directa a más de 4.500 niños y formación profesional a más de 1.500 adolescentes. Pero el vertedero sigue ahí. Ahora es uno nuevo y está unos quince kilómetros más lejos. Las familias que vivían del antiguo se encuentran en una doble encrucijada. Por una parte, su fuente de ingresos se ha desplazado a las afueras de la ciudad. Por otra el precio de sus casas - si es que a sus chabolas se les puede llamar "casa" - es ahora más caro. Muchas familias se han querido trasladar a la zona del nuevo vertedero y algunos de los niños han dejado de ir al colegio. Para evitarlo, los trabajadores sociales de PSE llevan un seguimiento detallado de un gran número de familias, de sus medios, de sus ingresos, de sus problemas. Saben, por ejemplo, si su nivel de ingresos está por debajo de 3.000 rieles por persona y día, apenas 0,75$.

Yo he acompañado hoy a unos de esos asistentes sociales, Yoeun. Él me ha llevado a la "puerta de atrás" del nuevo vertedero, donde viven más de veinte familias venidas de otras provincias de Camboya. Las autoridades afirman que nadie ajeno al vertedero puede trabajar en él. Pero allí están, vienen con sus niños pequeños. A los mayores los dejan en el pueblo al cuidado de la granja. Aprovechan la época seca para obtener unos - míseros - ingresos extra. Montan sus rudimentarias chabolas y durante el día escarban en la basura en busca de latas, cartones, restos de maquinaria o cualquier cosa que sea susceptible de ser vendida. Hay un mar de plásticos. Plásticos que recogen, "lavan" en un agua estancada, secan al sol y venden a 1.000 rieles el kilogramo. Con lo que ganan y los restos de comida que encuentran parecen alimentarse. Pero sus condiciones distan mucho de ser dignas.

Los asistentes sociales realizan un trabajo muy importante de sensibilización. Hablan de alternativas al vertedero, de darles una oportunidad educativa a sus hijos, de la importancia de trabajar. En muchos casos su trabajo cae en saco roto. Los padres prefieren la seguridad de un ínfimo ingreso hoy a la incertidumbre de un salario digno dentro de unos años. Viven al día. Se preocupan por poder comer... y beber esta noche. Pero en muchos casos, afortunadamente, las familias acceden a la ayuda de PSE. Ayuda que se plasma de muchas maneras: Acceso a alimentos, a sanidad, a educación, a alojamiento, a oportunidades profesionales. Sin duda, el trabajo de PSE no cae en balde y sin duda algún día, gracias al trabajo de PSE y de tantos otros, los niños de Phnom Penh no se verán abocados a ser cuando crezcan lo que ven hoy.

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