viernes, 7 de diciembre de 2012

La conversación con mi padre

"A veces la mejor forma de contar algo difícil es escuchar"

Desde el mismo momento en que concebí la idea de colaborar con una asociación en 2013 he hablado con muchas personas. Algunas han sido confidentes desde el principio y a otras se lo he comunicado una vez tomada la decisión. Contar que quieres colaborar con una ONG es fácil. La gente reacciona de muchas maneras, pero todos creen que es una buena idea, más o menos arriesgada, pero buena idea.

En todo caso, desde que surgió la posibilidad real de colaborar con Pour un Sourire d'Enfant siempre supe que las personas a quien más difícil sería contárselo eran mis padres. A mi madre la venía preparando desde hacía más tiempo. Sabía que iba a París, que me entrevistaría con Fernando y supo tras la entrevista que todo fue muy bien. Sabía que la colaboración podría implicar dejar el trabajo y sólo tuvo que unir las pistas que le había dado para acabar descubriendo que iría con PSE a Phnom Penh. Afortunadamente puedo decir que, aunque le cuesta entenderlo, me apoya totalmente.

Comunicar la decisión a mi padre era el último paso que faltaba y el que me imponía más respeto. Siempre he considerado a mi padre un referente en muchos aspectos. El más importante, el hecho tener una profesión que le apasiona y le hace feliz. En cierto modo, la motivación principal de mi "viaje" es que espero que la experiencia en Camboya me sirva para conocerme mejor a mí mismo y descubrir un modo de vida que me haga igual de feliz que a mi padre su trabajo: el mundo de las lavandas.


Tras hablar con mi padre, creo que puedo decir que siempre recordaré nuestra conversación como una de las más importantes de mi vida. Hablamos de cuando era un joven maestro con las oposiciones recién aprobadas y tenía mi edad, cerca de 30 años. De cómo por aquel entonces viajaba en verano a Francia para complementar su sueldo; de cómo allí descubrió el mundo de las lavandas y los aceites esenciales y de cómo quiso llevarlo a España. De las primeras cartas en 1963 con Mr Camille, su contacto en Francia, de sus primeros clientes, de las visitas a la calle Emilio Carrere... Hablamos durante mucho tiempo sobre cuál fue su camino para descubrir su pasión.

Su pasión... A mí me falta la mía y no quiero renunciar al privilegio que debe suponer tenerla. Quiero buscarla, quiero descubrir algo que me apasione. Es por eso que creo que tengo que vivir una experiencia distinta, diferente. Así se lo conté. Y lo entendió. Le pregunté por la capital de Camboya y contestó Phnom Penh, sin vacilar, fruto de su memoria de maestro. Le conté que el proyecto sería allí. Que estaba vinculado a lo que hago y que estaba pendiente de validar si lo hacía a través de la fundación de Accenture o pidiendo una excedencia.

Tras contarle todos los detalles que podía darle hasta el momento me preguntó si estaba seguro de lo que hacía y me recomendó que no me cerrara puertas en ningún sitio. Le contesté que estaba más seguro que nunca y que tendría las puertas abiertas en mi empresa a la vuelta. Finalmente me animó a dar un paso que parecía importante. Sus palabras fueron una mezcla de comprensión, cariño y ánimo. Me estaba diciendo, en definitiva, que con ilusión, constancia y coraje todo se hace. Espero que Camboya sea para mí como Francia lo fue para él.

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